Ciencia y Filosofía ISSN: 2594-2204
Estado del arte
DOI: 10.38128/cienciayfilosofa.v1i01.6
Las prácticas de escritura en historia después de White Hayden
Writing practices in history after White Hayden
Blanca Rosa Sandoval-Villalba. ID. 0000-0003-0327-1394
Universidad Autónoma del Estado de México, Preparatorio Regional Ixtapaluca, México
Email: delfinblank@hotmail.com
Resumen
Se actualiza el estado del arte en las técnicas y prácticas de escritura utilizadas en la
disciplina de historia a partir de la propuesta de análisis metahistórico del historiador
White Haydn como paradigma explicativo en el desarrollo del supuesto de la
existencia del proceso en la historia. Este artículo examina la evolución de la escritura
histórica tras la obra de Hayden White, quien en Metahistoria (1992) propuso que la
historiografía está estructurada por estrategias narrativas y tropológicas, no solo por
datos objetivos. White cuestiona la distinción entre historia y ficción, destacando que
toda narración histórica implica elecciones estéticas, morales e ideológicas. El estudio
identifica un cambio paradigmático: se abandona la escritura lineal y nacionalista,
propia del Estado-nación, por enfoques decoloniales, multiculturales y digitales.
Surgen nuevas prácticas como la historia situada, la alfabetización crítica y el uso de
hipertextos, que permiten narrativas no lineales y multimedia. Autores como Ginzburg
y Morales Morelos ilustran esta transición hacia formatos visuales, museográficos y
digitales. Se concluye que la escritura histórica actual privilegia los datos empíricos y
el análisis del poder, alejándose de las "conciencias históricas" orgánicas del siglo
XIX. Sin embargo, persiste una tensión entre el rigor documental y la influencia de
marcos ideológicos, especialmente en contextos neoliberales. La disciplina histórica se
redefine así en un entorno tecnológico y globalizado, sin sujetos históricos universales,
pero con múltiples voces y formatos.
Palabras clave: escritura, historia, ficción, proceso histórico, teoría crítica.
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Abstract
The state of the art in writing techniques and practices used in the discipline of history is
updated based on historian White Haydn's proposal of metahistorical analysis as an
explanatory paradigm in the development of the assumption of the existence of process in
history. This article examines the evolution of historical writing following the work of
Hayden White, who in *Metahistory* (1992) proposed that historiography is structured by
narrative and tropological strategies, not only by objective data. White questions the
distinction between history and fiction, highlighting that all historical narrative involves
aesthetic, moral, and ideological choices. The study identifies a paradigmatic shift: linear
and nationalist writing, characteristic of the nation-state, is abandoned in favor of
decolonial, multicultural, and digital approaches. New practices emerge, such as situated
history, critical literacy, and the use of hypertexts, which allow for nonlinear and
multimedia narratives. Authors such as Ginzburg and Morales Morelos illustrate this
transition toward visual, museographic, and digital formats. The conclusion is that current
historical writing prioritizes empirical data and the analysis of power, moving away from
the organic "historical consciences" of the 19th century. However, a tension persists
between documentary rigor and the influence of ideological frameworks, especially in
neoliberal contexts. The discipline of history is thus being redefined in a technological and
globalized environment, without universal historical subjects, but with multiple voices and
formats.
Keywords: Writing, History, Fiction, Historical Process, Critical Theory.
Recibido: 08.10:2018
Aprobado: 25.11:2018
Publicado: 12.12:2018
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Ideas previas
Según Guevara (2016: 165-179) el estado del arte es una categoría central y deductiva
que se aborda y se propone como estrategia metodológica para el análisis crítico de las
dimensiones política, epistemológica y pedagógica de la producción investigativa en
evaluación del aprendizaje.
De esta definición, se propone seguir “la postura epistemológica o paradigma
del conjunto de suposiciones de carácter lógico de las que nos valemos para
aproximarnos a la búsqueda del conocimiento, la noción que compartimos de realidad
y de verdad, y el papel que cumple el investigador en esta búsqueda de conocimiento,
al igual que la manera como asumimos al sujeto estudiado.” Guevara (2016: 167)
Actualmente el estado del arte dos: estudio temático y de campo, de los cuales
se encuentra la mirada del estado del arte constructivista, positivista y la teoría crítica
como las más sobresalientes o usadas como herramientas metodológicas.
Al respecto, por conveniencia temática aquí se valora la mirada del estado de
arte de la teoría crítica que a continuación se caracteriza:
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Tabla 1
Criterios de escritura
CRITERIOS
TEORÍA CRÍTICA
RELACIÓN CON EL
ESTADO DEL ARTE
APORTES Y
LIMITACIONES AL
PROYECTO DE
INVESTIGACIÓN
Ontología
Realista critica: el sujeto se
reconoce activamente,
participa con otros grupos
o comunidad
en compromiso hacia la
acción
emancipadora.
El estado del arte construye
un puente entre el lector y
el texto, el texto y su
productor, el contexto
histórico y el presente,
y una circunstancia social
en particular y otra
(Denzin & Lincoln, 2012).
La voz de los diferentes
agentes en la investigación
se convierte en un elemento
de transformación política y
social de conocimiento.
Epistemología
Hermenéutica crítica: 1. El
conocimiento no es
reproducción conceptual de
datos objetivos de la
realidad, sino una auténtica
formación y constitución de
sujeto social.
2. Una comprensión de la
situación histórico- cultural
de la sociedad y conlleva
una aspiración de ser una
fuerza transformadora de las
múltiples y complejas
realidades sociales.
El investigador utiliza el
círculo hermenéutico en el
estado del arte (proceso de
análisis en el que los
intérpretes buscan la
dinámica histórica y social
que moldea la
interpretación textual).
Estudia las partes en
relación con el todo y el
todo en relación con las
partes Denzin & Lincoln,
2012).
Los avances en la
investigación se proponen
a través del reconocimiento
de las dinámicas históricas,
políticas y sociales.
El diálogo reflexivo se
convierte en un elemento
fundamental de la
formación y la
construcción de sujeto
social.
En este análisis se articulan
lo explicativo y lo
comprensivo con el fin de
develar las contradicciones
ideológicas para la
transformación crítica del
mundo social, y se
establece una dialógica
transformativa: energiza y
facilita la transformación.
Instrumental
Técnicas de recolección y
análisis de la información
que permitan la creación de
una verdad participativa y
emancipadora.
Análisis del círculo
hermenéutico para la
construcción de una
dialógica transformativa.
Se utilizarán instrumentos
orientados al análisis de
necesidades y a la reflexión
sobre soluciones posibles a
procesos prácticos
participativos.
Fuente: Guevara (2016)
Conforme a este enfoque epistémico se procede a plantear la problemática que surge
con el historiador White Haydn (1992) a partir su metodología y sus consecuencias en
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la escritura de la historia en cuanto tal. No obstante, advertimos que el estado del arte
que aquí se propone es de carácter temático con implicaciones de campo, que algunos
investigadores que presentamos en este estado de la cuestión han venido proponiendo
en la integración de sus evidencias.
Problemática
White Haydn en su obra Metahistoria parte del supuesto según el cual, el historiador
se enfrenta al campo histórico como un gramático podría enfrentarse a una nueva
lengua. Su primer problema es distinguir entre los elementos léxicos, gramaticales y
sintácticos del campo, lo cual hace suponer que la práctica de escritura del “(…)
historiador consiste en construir un protocolo lingüístico completo, con dimensiones
léxica, gramatical, sintáctica y semántica, por el cual caracterizar el campo y sus
elementos en sus propios términos, antes que en los términos con que vienen
calificados en los propios documentos.” (1992: 405)
La labor de fondo que se encuentra en Metahistoria es plantear límites precisos
en el campo de la escritura de la historia, esto es, no sólo diferenciar el discurso no
científico mítico, artístico y onírico que se encuentra presente en la escritura de textos
históricos sino además trazar los alcances de la historia en cuanto a su pretensión de
identificar a la historia como parte de las ciencias sociales provistas de las leyes de
regularidad propias y parecidas a las ciencias físicas.
Esta búsqueda por demarcar y reconocer el devenir de la escritura en la historia
trae como consecuencia diferenciar los aspectos filosóficos e ideológicos latentes en
los discursos históricos, sobre todo su función a nivel de legitimidad política,
económica y social.
Al respecto dice el autor:
Creo que he penetrado en el nivel metahistórico en que la historia
propiamente dicha y la filosofía especulativa, de la historia tienen su origen
común en cualquier intento de dar sentido a la historia en general, He
sugerido que la historia propiamente dicha y la filosofía especulativa de la
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historia sólo son distinguibles en cuanto al hincapié, no en cuanto a sus
respectivos contenidos. En la historia propiamente dicha, el elemento de
construcción se ha desplazado hacia el interior de la narrativa, mientras que
la posición de prominencia en la línea del relato se deja al elemento de los
datos "encontrados". En la filosofía especulativa de la historia sucede lo
contrario: allí el elemento de
construcción conceptual pasa al primer plano,se plantea explícitamente y se
defiende de manera sistemática, mientras que los datos son utilizados sobre
todo con fines de ilustración o ejemplificación. (1992: 406)
Esta caracterización que hace el autor sobre las prácticas de escritura en donde
no hay un sentido propiamente dicho en la historia, crea el problema sobre si hay o no
una primacía de los datos sobre la teoría o, por el contrario, que la primacía de la teoría
tiene alcances más amplios para su constatación que los datos recurrentes. De modo
que se implican dos tendencias marcadas en la escritura de la historia: la historia
sobrecomprendida de datos y tendencias estadísticas y propiamente la historia
orientada por una teoría histórica.
En mi opinión ninguna teoría de la historia resulta convincente ni se impone a
un público determinado con base únicamente en su adecuación como
"explicación" de los "datos" contenidos en su narración porque, en la
historia, igual que en las ciencias sociales en general, no hay manera de
establecer de antemano qué es lo que contará cómo "dato" y qué es lo que
contará como "teoría" por la cual "explicar" lo que "significan" los datos. Y
a la vez, no hay acuerdo sobre lo que será considerado como un dato
específicamente "histórico". La resolución de ese problema requiere una
metateoría, que establezca sobre bases metahistóricas las distinciones entre
fenómenos meramente "naturales" y fenómenos específicamente
"históricos". (1992: 408)
El autor aclara que no sólo en algunos casos decisivos es difícil distinguir entre un
fenómeno natural y un fenómeno histórico (en la guerra, por ejemplo); también es
difícil distinguir, en la determinación de los motivos, entre un impulso animal en
general (en un agente histórico específico) y las formas específicamente humanas que
ese impulso puede adoptar, de modo que el campo histórico es constituido como un
campo de análisis posible en un acto lingüístico. Estas consecuencias acarrean
problemas de análisis si no se advierte que White sigue la senda de análisis de autores
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como Bachelard (2000: 21) o Durand (2004: 215 ss) en donde los conceptos y las
categorías siguen a lo figurado; que el reino de lo imaginario les antecede a las formas
de razonamiento lógico, e incluso un análisis a contrapelo de las prácticas de la
escritura permiten ver el desarrollo de la composición de la historia en su devenir en
cuanto disciplina. Por lo anterior, el autor advierte la siguiente panorámica:
1. No puede haber "historia propiamente dicha" que no sea al mismo tiempo
"filosofía de la historia"; los modos posibles de la historiografía son los mismos
modos posibles de la filosofía especulativa de la historia; esos modos, a su vez,
son en realidad formalizaciones de intuiciones poéticas que analíticamente los
preceden y que sancionan las teorías particulares utilizadas para dar a los
relatos históricos el aspecto de una "explicación"
2. No hay base teórica apodícticamente cierta para afirmar de manera legítima una
autoridad de cualquiera de los modos sobre los demás como más "realista";
3. Como consecuencia de esto, estamos obligados a hacer una elección entre
estrategias interpretativas rivales en cualquier esfuerzo por reflexionar acerca de la
historia-en- general;
4. Como corolario de esto, la mejor base para elegir una perspectiva de la historia
antes que otra es por último estética o moral, antes que epistemológica, y
finalmente
5. La exigencia de cientifización de la historia no representa más que la afirmación
de una preferencia por una modalidad específica de conceptualización histórica,
cuya base es moral o bien estética, pero cuya justificación epistemológica todavía
está por establecerse (White, 1992:11).
Según este enlistado, no podemos afirmar que el texto en cuestión hagaun psicoanálisis
de la historia, sobre todo de los conceptos de la historia, no obstante, lo que sí revela el
autor es que no hay una cientifización de los procesos del pensamiento de los
historiadores del siglo XIX, que es el siglo al que somete a su análisis, sino un substrato
de teorías que nutren las interpretaciones históricas que les sucedieron.
En el famoso esquema de los niveles de escritura podemos implicar lo que el
autor dice acerca de los tipos de conciencia histórica que se reflejan en su análisis.
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Tabla 2
Modelos de escritura
Modo de
argumentación
Modo de implicación
ideológica
Formista
Anarquista
Mecanicista
Radical
Organicista
Conservador
Contextualista
Liberal
Fuente: White (1992)
Según este esquema de implicaciones y correspondencias en los niveles de trama,
argumentación e ideología, los filósofos e historiadores del siglo XIX conformaron,
a partir de la escritura, los modos de conciencia con los que se referían a los hechos
históricos sin que predominara, por consiguiente, un tipo específico de conciencia
histórica.
Este cambio de paralaje afecta desde luego a una concepción imparcial de
escribir la historia como lo sería la escritura acerca del archivo histórico de tendencia
formista, o formalista y en consecuencia academicista, es decir, al no haber una
conciencia histórica en cuanto tal -como lo suponían los filósofos e historiadores del
siglo XIX- la escritura de la historia se puede analizar desde los horizontes del
imaginario, así como los valores morales, éticos y estéticos, permitiendo así la
inauguración de un discurso transdisciplinario que ha mudado en la actualidad hacia
diferentes construcciones no lineales como se acostumbraba a escribir la historia hasta
antes de aparecer Metahistoria.
En consecuencia, si a partir del texto que hemos analizado, hay un cambio de
paralaje en cuanto a la escritura de historia se refiere, entonces podemos advertir la
siguiente hipótesis según la cual, hay una mudanza en la actualidad en cuanto a la
forma de escribir historia, que tiene consecuencias en la presentación de hipertextos
que ya no obedecen a una linealidad del conocimiento de las verdades históricas con
las que fueron educadas las generaciones pasadas a partir de conciencias históricas
específicas.
Revisemos las siguientes fuentes para confirmar semejante aserto que implica la
anulación de un sujeto histórico en el sentido de conciencia histórica inmersa en un
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proceso histórico como referente en los estudios de la historia.
Ideas nuevas
Los cambios de paradigma suelen acontecer en un lugar específico del discurso, en este
caso, el paradigma de escritura histórica comenzó con los discurso acerca de la nación,
en este sentido estamos de acuerdo con Gelner (2001: 31 ss) en su crítica a cerca del
nacionalismo como un discurso inventado por el Estado para concebir a la Nación
como una unidad homogénea dentro de una concepción de derecho consuetudinario,
que definía las prácticas de negociación y comercio con otros estados
fundamentalmente beligerantes.
Con la aparición del derecho internacional convencional y por tanto la adopción
política e ideológica de un pluralismo étnico y multicultural, el nacionalismo
homogéneo entró en crisis de legitimación con un Estado
defensor de los derechos
humanos (Habermas, 1973: 78) que no tardaría en definirse como Estado de Derecho
en un contexto de acuerdos internacionales.
Con este cambio de prácticas de legitimación política, la producción de historia
creada por el Estado se ha ido segmentando hacia un público cada vez más especialista
y por tanto asilado y sin la misma influencia que tuvo en los siglos pasados, donde
linealidad en la escritura era sinónimo de linealidad en la historia, en específico la
historia de la legitimación del Estado nacional homogéneo y antropomorfo.
La historia que produce el Estado, es decir las instituciones públicas, va
encaminada a mostrar los elementos ideológicos de pervivencia como lo plantea
Espinosa Martínez (2010: 21-58) en donde muestra la forma en la cual se desarrolló
una nueva forma de apropiación y de representación del pasado en México durante la
segunda mitad del siglo XIX. En este siglo, dice…
Se presenta el ámbito cultural y político que privó en el país durante
dicho lapso; así, se pone énfasis en las tendencias y corrientes de
pensamiento (en particular el romanticismo y el cientificismo) que
influyeron en la escritura de la historia propuesta por más conspicuos
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hombres públicos de la época. Ello constituyó la plataforma para el
estudio del pasado con un carácter nacional (representar a los
mexicanos), espíritu liberal (guía de un Estado rector) y aspiración
científica (historia lineal y documentalista). (Espinosa, 210: 23)
Esta forma de escritura por implicación ideológica tiende más a conformar un catálogo
de clasificación histórica que apegarse a una escritura científica o académica que se
practica en la actualidad, no obstante, podemos decir que es recogida por otras
tendencias de escritura en historia como son el decolonialismo que es un método que
ha sufrido una reorientación a partir de la filosofía francesa, en particular del método
de la decostrucción de Derrida (2004: 125)
La decolonización ha sido exitosa en América Latina porque contribuye a la
crítica del Estado Nacional homogéneo y que a su vez permite destacar un discurso de
identidad a partir de elementos étnicos, transculturales y de liberación centro-periferia.
Rossell Cecilia (2006: 65-92), es un ejemplo extremo para reconfigurar la
decolonización desde épocas muy remotas para demostrar que el mito de la linealidad
histórica de la escritura forma parte de una didáctica del Estado Nación que tergiversó
una estructura de pensamiento no lineal sino de hipervínculos propuesta ya desde los
antiguos mexicanos para describir su cosmovisión.
La escritura pictográfica nahua ha sido un tema muy controversial entre
antropólogos, historiadores, arqueólogos y lingüistas, ya que es un
sistema original que no encaja con las definiciones tradicionales de lo
que debe ser una verdadera” escritura, es decir, una que represente
solamente la cadena del habla y, por ello, que se presente de manera lineal.
La escritura maya ya ha sido aceptada dentro de esta categoría, sin
embargo, los sistemas de escritura del Altiplano de México aún están en
debate. Sólo el avance en la metodología y el desarrollo de estudios
minuciosos podrán responder estas preguntas. Aquí se presentan unos
breves antecedentes sobre la lengua huatl y sus hablantes, los tolteca-
chichimecas y un análisis más detallado de ciertos rasgos del estilo
pictórico y de algunas características de la escritura pictográfica nahua,
estudiados en el códice mixto del siglo XVI conocido como la Historia
tolteca chichimeca. (Rossell, 2006: 66)
Hay que advertir que el decolonialismo y sus prácticas de escritura regional alcanzan
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dimensiones amplias para las culturas que fueron acalladas por una visión eurocéntrica
de escribir historia y a la cual pertenece todavía Wihte con su teoría de las conciencias
históricas.
Una de las innovaciones que ha traído la decolonización ha sido la búsqueda de
identidad a partir de estados psicológicos ya sea para legitimar una idea de identidad o
para someter a crítica elementos simbólicos arcaicos o incluso para plantear
dicotomías en la escritura de la historia.
En el caso de América Latina, tenemos a González Daniuska (2003) quien dice
que detrás del mal está la historia.
Durante los siglos de existencia humana, el mal, además de aparecer
como objeto de representación y como definición filosófica, ha generado
sus propios símbolos que actúan, en mayor o menor escala, con
comunidades de individuos y sobre ellas, se despliega. La escritura del
mal y la historia pretenden leer parte de la relación entre el mal y su
representación histórica en la narrativa, ese mal que, dentro de la
historia, la atrae esencialmente como experiencia. Es un cuerpo narrativo
tejido obsesivamente con una palabra sutil, pero envilecida hasta una
gradación insostenible, y que explora el aniquilamiento moral de una
sociedad durante la época de una dictadura. González (2003: 33)
Aquí el mal entendido como una experiencia aterradora de sufrimiento, dolor,
mutilamiento y muerte conforma una didáctica de experiencias históricas que surgen a
partir de la singularidad hacia la colectividad y que conforma una memoria: la
memoria del sufrimiento. En cambio, encontramos una crítica a este procedimiento a
partir de una cultura que se ha beneficiado
del sufrimiento comoidentidad.
Esther Benbassa (2007) hace una crítica a la cultura hebrea, la cual ha definido
su identidad a través de una historia estigmatizada de diásporas, guetos, exclusión y
genocidio. Mientras el pueblo judío no ha vuelto a ser imperio se ha valido del
sufrimiento como una identidad que ha mantenido unidos a diversos grupos de seres
humanos en el mundo que practican un mismo culto religioso dirigido al Dios antiguo
de Abhram y Moisés.
No estamos hablando, por supuesto, de los sufrimientos físicos actuales
que aún se prefieren ocultar, sino de esos sufrimientos emblemáticos que
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secundan la exigencia de derechos en nombre del sufrimiento. La
historia del sufrimiento judío a lo largo del tiempo revela hasta qué punto
ese sufrimiento estuvo presente y fue solicitado para consolidad la
unidad del grupo y su adhesión al judaísmo en el transcurso de los siglos
pasados. (Benbassa, 2007: 261)
Por último, tenemos a Sara Sefchovich (2014: 12) quien a partir de la mentira como
método sugiere una escritura y lectura de la historia que se caracteriza por los secretos
de dominación.
Tabla 3.
Tipos de mentira
Formas de mentir
Pisos para la mentira
Consecuen
cia
de la mentira
Prometer, usar números,
alardear,
No definir, no devaluar, no
Consecuencia de la mentira:
pretende
r,
minimizar,
actuar, irse por la
superficie, no
desconfianza, falta de
respeto,
descalificar, hablar
demasiado,
prever,
improvisar,
no
desmemoria, desinterés,
doble
enreda
r,
tergiversar, no dar
capacitarse, apostar al azar,
no
moral, corrupción, esperar
todo
información, decir verdad a
reconoce
r
errores, no
tene
r
de
l
gobierno,
carecer
de
medias, dar versiones
diferentes,
coherenci
a,
la
doble
z,
la
liderazgo, desesperanza
no llamar a las cosas por su
negligencia, depender de la
nombre, cambiar el
significado
aprobación de afuera
de las palabras, ponerle
nombres
nuevos a lo viejo, abusar de
las
palabras,
soltar chismes y
rumores, usar un doble
discurso,
guardar silencio, no ver ni
r,
negar, diluir la
responsabilidad,
echarle la culpa los otros,
defender a los propios,
apelar a
un nosotros, apostar al
olvido,
apurarse, no apurarse, la
mentira
abierta, cinismo, manipular
las
imágenes, más de lo
mismo.
Fuente: adaptada de Sefchovich (2014)
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Para cerrar con el tema de las nuevas ideas en la escritura en historia diremos que las
nuevas ideas se refieren se vieron acompañadas de una desconfianza por los modos de
tramar la historia de corte occidental, dando prioridad a elementos regionales y/o
étnicos que culminan en estados psicológicos como base de contrastación para las
ciencias sociales. Es decir, ahora son los estados emocionales los veneros por los
cuales se nutren los nuevos datos, en los que pueden o no coincidir las teorías rivales o
las teorías complementarias y donde los estados de conciencia de los que hablaba
White ya no son decisivos para tramar la historia, y menos aún escribir acerca de un
proceso histórico en cuanto tal.
Veamos a continuación cómo estas nuevas ideas se complementan con la
innovación de los nuevos formatos de presentar a la historia.
Innovación que se encamina a los hipertextos
Ginzburg (2012: 95-126) es un historiador que alienta a los escritores de historia para
que emigren de un modelo de linealidad historiográfica hacia un modelo digital de
hipervínculos a partir de las quejas suscitadas contra la escritura formalista.
El autor en cuestión hace del hilo y de las huellas de la metáfora un compendio
de temas en los que se nos muestran las huellas de los documentos, protocolos,
testimonios, historias y novelas que nos relata.
Para ello, Ginzburg aplica un método de lectura a contrapelo que le permite
obtener de sus fuentes aquello que se esconde en su interior: la voz no controlada de
las intenciones, mentalidades, técnicas, referencias cruzadas y lecturas previas que la
mayoría de las veces no declaran los autores pero que, a pesar de ello, quedan inscritas
en el cuerpo del texto como una huella.
Como lectores, procuramos estar atento a los silencios. Los relatos con
gran erudición y un estilo narrativo cultivado permiten seguir el rastro
que dejan en lo que produce en sus páginas, el lector atento no sólo puede
apreciar el contenido de muchas historias, sino también la forma en que
han sido pensadas y trabajadas. De capítulo en capítulo, de un tema a
otro, si se lee a contrapelo es posible ver la huella de un trabajo
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historiográfico particular, de una postura y una reflexión sobre la historia
que opera y se trasluce constantemente; abocado a desenredar en los
documentos el entramado entre lo verdadero, lo falso y lo ficticio, lo
cual, sigue siendo la labor indiscutible de quienes practican el oficio de
la historia. (Ginzburg,2010: 235)
Hay que advertir que en el actual estado de la cuestión, que no solamente se fomenta
la intención de la lectura detrás de la escritura, es decir, la trama por ideología de la
que hablaba White sino que se invierten las prácticas de la lectura y escritura
controlada como es el caso de Gasca Fernández (2017: 113-136), quien a través del
desarrollo de la lectura crítica y la identificación de los aspectos contextuales y
discursivos argumentativos desarrolla su teoría de la alfabetización situada bajo la
premisa sociocultural según la cual, la alfabetización no debe ser concebida como la
capacidad de leer y escribir de una manera descontextualizada, sino en las prácticas
sociales que implican formar parte de un grupo social como la escuela, la familia, el
grupo religioso, la minoría étnica, etcétera. La tabla número 4 conforma una síntesis
de lo que tratamos de explicar.
Tabla 4.
Niveles de alfabetización
Ejecutiva
Funcional
Instrumental
Epistémica
Herramienta
Leer las líneas
Superficial
Motivación
Informar
Reproductiva
Leer entre las líneas
Superficial
Emocional
Narrar
Escolástica
Leer entre las líneas
Literacidad
Roles de autor-lector
Ayuda a comprender
Profunda
Deliberativa
Procesos frío
Aspectos textuales y
Discursivos
Persuadir
Analítica y crítica
Leer detrás de las líneas
Leer la
ideología
Literacidad
Formas de pensamiento,
formas de pensamiento,
valores, representaciones
culturales.
Enseña a comprender
Crítica (pensamiento y exp
Evaluativa
Procesos cálidos
Carga
valorativa
Consecuencias
argumentativas
Fuente: adaptada de Espina y Barrón (2017)
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Conforme a esta organización conceptual, la autora propone; 1) La teoría sobre
escritura social-situada es coherente con los grados de alfabetización de una
comunidad dada, ya que que no responden a un sistema de credencialización formal
del conocimiento sino que extiende su influencia a otros sectores, como lo sería el
religioso, en donde la lectura y la escritura se corresponde con la categorías
epistémicas, este mismo criterio vale para las asociaciones de conocimiento (abogados,
políticos, literarios) que no forman parte de una burocracia educativa. 2) Se puede
establecer una línea de demarcación real entre lectura-escritura crítica no formal
respecto a la lectura- escritura académica epistémica oficial y 3) El carácter abierto e
inclusivo de la teoría no es delimitante en ninguna de las categorías sino
complementario. Ninguna categoría está denostada sino situada en un proceso de
práctica social, no necesariamente sujeta a la educación formal.
Además de las vertientes de escritura socialmente situada apara alfabetizar a un
público no especializado se encuentran las variantes sobre historia política situada.
Gómez Pardo (210: 245-255) aborda algunos temas más recurrentes que se pueden
abordar en el proyecto de una historia política de laescritura.
Retomando los planteamientos de Roger Chartier y michel Foucault, define de
manera propedéutica el significado y el alcance de este proyecto, y su importancia para
los estudios sobre los usos de la escritura en la historia occidental, teniendo en cuenta
que en ésta se sedimentan y reproducen poderes, y en su ordenamiento social, emergen
nuevos sujetos…
No es mi propósito desarrollar una exhaustiva historia política de la
escritura, sino mostrar algunos temas recurrentes (que nos ofrece la misma
historia pasada y reciente), acerca de su posibilidad y el significado que este
proyecto puede tener en una posible investigación más ambiciosa y detenida. El
proyecto, sin duda, tendrá que enfrentarse con algunos obstáculos inevitables que
no se han mencionado aquí, relativos tanto a la metodología como al mismo
carácter legitimador o deslegitimador al que se enfrenta o en el que se encuentra
toda escritura. El ejercicio aparentemente inocente de la escritura no es algo que
se encuentre allende de todo poder, en cambio, reproduce y recrea un orden de
cosas. (2010: 247)
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Siguiendo a Foucault, el autor hace énfasis sobre la escritura en historia cuando
dice que ésta se define por la función en la que queda atrapada dentro de un orden en
el que funciona, tratando de afianzarse, de reproducirse, de pagar la deuda con la
tradición, para sentirse algún día con derecho a hablar en nombre propio, y
convertirse, así, en “sentido”, en esa batalla general en la que se intentan arrancar,
dentro del orden del discurso posible, fragmentos de un saber enmohecido en los textos
escolares y en otros discursos.
Otro importante investigador que conecta las prácticas de escritura con la
identificación del sujeto en la historia es Cheirif Wolosky (2009: 195-2014), este autor
re exiona sobre el hombre y el saber en la escritura de la historia. Parte del supuesto
de que todo sujeto que participa en la práctica científica es, a su vez, objeto de estudio
de tal práctica. Este proceso de “objetivación del sujeto” asume, por tanto, que los
supuestos de la ciencia guardan un vínculo estrecho con el sujeto que los enuncia.
El análisis se apoya, en la “objetivación del sujeto”, en tres formas culturales:
la gramática general, el análisis de las riquezas y la historia natural. A este proceso
tripartita, que hace del sujeto un objeto parlante, una unidad productiva y un ser vivo,
se le denomina “diagrama”: un conjunto de enunciados, funciones y visibilidades
dispersos en el espacio y en el tiempo.
Con estas innovaciones de carácter intrínseco en la escritura de historia, esta
disciplina se dota así misma de los fundamentos necesarios para mudar hacia los
hipertextos digitales y ser compatible con las nuevas tecnologías, como lo explicamos
a continuación.
Escritura para hipertextos y nuevas tecnologías
Es un hecho que las innovaciones antes mencionadas han conducido a una revolución
de la escritura de la historia que está siendo acompañada por las nuevas tecnologías,
al respecto, Prades Vilar (2016: 225-259) maneja el concepto de “revolución” que
supone la aparición del texto digital, así como los problemas y retos a los que se
enfrenta la historia digital en tres órdenes: el textual, el de las razones que articulan el
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texto y el de las propiedades del mismo. A partir de ellos se evidencian los cambios
profundos en el dispositivo de autoridad de texto historiográfico digital; la aparición
de nuevas técnicas de prueba historiográfica; y los problemas en torno a la integridad
del texto digital como fuente. A partir de estos tres ámbitos se origina un debate que
revela la necesidad para el historiador de entablar un diálogo metodológico con
archivistas, bibliotecarios e informáticos.
Un importante estudio en este tema es el de Morales Morelos (2010: 30-38) quien
investiga los enfoques recientes sobre la narratividad historiográfica en donde destaca en
especial la relación entre la escritura histórica y los museos que escenifican la historia
mediante objetos museográficos.
La discusión que preocupa a algunos historiadores consiste en saber si, a pesar
de que la producción del museo como género moderno de escenificación de la
experiencia histórica ha sido una posibilidad existente desde hace más de 150 años
mientras que el discurso histórico únicamente cobra sentido pleno con un modo
específico del discurso escrito y lineal.
La actual proliferación de la imagen mediante la expansión de otros recursos
de representación visual, como la fotografía, el cinematógrafo, la televisión, el video,
la virtualidad digital e internet, ha venido a radicalizar la preocupación por el discurso
histórico como simple escritura. En este sentido, el autor en cuestión se plantea las
siguientes preguntas: ¿Cómo se enfrenta este asunto desde la reflexión historiadora?
¿Por qué el lenguaje museográfico, al comunicarse como un espacio narrado del campo
visual, se hace historiable en mismo? El museo como un lugar situado opera de un
modo diferente de comunicar la escritura de la historia, lo cual pasa ineludiblemente
por las operaciones museográficas que otorgan vida nueva a lo ya acontecido. En
general, la cuestión de la escenificación visual de la historia sirve para el estudio del
espacio y de las operaciones museográficas entendidas como estrategias narrativas
(hipertextuales e intertextuales) capaces de recrear una sensación de estar-ahí frente a
lo real auténtico (evidencia empírica), y la forma en que otorga significado a las cosas
que rige por una estructura binaria de sus operaciones comunicativas, que consiste en
acciones de ver/no ver, objetividad/subjetividad, presencia/ausencia,
conocimiento/rito, como por ejemplo, los monolitos aztecas encontrados en 1790, en
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el actual Zócalo de la Ciudad de México, que adquirieron vida a partir de estas nuevas
técnicas de narración.
El bestsseller de historia
Hay que tomar en cuenta que el estado de arte en cuestión conduce a la generación y
consolidación de escritores de historia en la región, como lo apunta Silva Rodríguez
(2013: 97-110) que identifica cómo desde sus propiedades textuales y desde la
dimensión pragmática del lenguaje lo histórico y lo ficcional se han distanciado y
vuelto a encontrar en la producción cultural. El texto sintetiza y relaciona elementos
conceptuales que se han expuesto como constitutivos de dos modalidades de
producción discursiva: la escritura histórica y la escritura de ficciones.
Este autor aborda aspectos como la pretendida diferenciación entre historia y
ficción, la coincidencia en la utilización de recursos textuales y retóricos y el deslinde
de los dos dominios de acuerdo con los pactos de lectura que se han construido
históricamente, con ello pretende destacar que conceptos como los de verosimilitud,
veracidad, narración, subjetividad y relación signo- orden histórico han sido tomados
como criterios de acercamiento y de diferenciación entre ambas modalidades.
Nava Murcia (2016: 15-52) por su parte, dice que el propósito último de la
escritura en historia es mostrar -siguiendo a Derrida- que el concepto tradicional de
escritura sufrió una inversión de la oposición entre voz y escritura, colocando a la
escritura en la reducción más allá de una mera técnica anterior a todo sistema de habla
que trajo consigo una jerarquía de valor y predominio absoluto sobre el habla.
Un análisis del concepto de escritura viene a plantear el problema de
cómo pueden leerse los textos, la producción de sentido, lo que puede y
no puede representar, así como los efectos performativos que despliega.
Esto abre al menos tres proposiciones y cuestiones para los historiadores:
la escritura como impresión sobre un soporte material, y cómo da a ver el
acontecimiento, producido y alterado por el soporte de inscripción; la
escritura como impresión no reducible a la memoria, pues está abierta al
por-venir en las múltiples lecturas y reimpresiones de la escritura de la
historia; y toda inscripción es iterable, esto es, repetible más allá de la
intención del autor y más allá de su contexto de producción, lo que
plantea cómo pueden leerse los documentos e historiografías. Nava
Murcia (2016: 17)
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Con lo anterior, podemos decir que la escritura en historia, sobre todo con el
surgimiento de la tecnología digital, está encaminada hacia la visualización del escritor
de historia en el cine, documentales, hipertextos digitales y demás productos de
historia que cada vez más adquieren una lógica de mercado sin que predomine una
conciencia en la historia y menos aún la idea de un proceso orgánico de la humanidad
que pueda narrarse en historia.
Conclusiones
En este estado de la cuestión hemos partido de los supuestos asentados por White para
tramar la historia a partir de la conciencia en la historia y de un proceso orgánico e
incluso mecánico en donde acontecen los hechos históricos.
A partir de este supuesto compartido por los historiadores y filósofos del siglo
XIX y parte del XX, White introduce -en la forma de tramar la ironía con la que
culminan los procedimientos racionalistas y nihilistas- el escepticismo que hace
estragos en el supuesto de una conciencia en la historia, de modo que la escritura de
historia que abonaba a la consolidación de una narrativa en función de una conciencia
histórica que obra en un proceso histórico de pronto deja de producir historias con este
tipo de tramas de carácter dramático y trágico fundamentalmente.
Así, que lo que hemos analizado en este estado del arte de la escritura en historia
forma parte de esa advertencia que había propuesto White a los escritores de historia,
es decir, que ya no habría el predominio de una conciencia en la historia, ni siquiera
en las formas de tramar a la historia dentro de un proceso orgánico de desarrollo
continuo, sino que el escritor de historia tenía que valorar la importancia de una
escritura abigarrada de datos empíricos y la presencia de macroteorías históricas que
ya habían previamente definido la moral, la ética y estética de los modos discursivos.
Al respecto podemos decir, que tras las cuatro décadas que han transcurrido
desde la aparición de Metahistoria, la escritura en historia hasta ahora ha sido prudente
pero contundente para ya no continuar con los modos
de tramar la historia de estilo
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occidental, más bien lo que vemos es que ha buscado en la propia escritura nuevas
idea, como decíamos: que ya no obedecen a una linealidad del conocimiento de las
verdades históricas con las que fueron educadas las generaciones pasadas a partir de
conciencias históricas específicas, sino que acontece hoy una pluralidad de modos de
tramar la historia que traen innovaciones de carácter intrínseco en la escritura de
historia, es decir, esta disciplina se ha dota durante este tiempo de fundamentos
necesarios para mudar hacia los hipertextos digitales y ser compatible con las nuevas
tecnologías que preparan al escritor de historia más allá del archivo, del relato, de la
leyenda hacia otras tantas formas audiovisuales en donde la investigación histórica
provee lo necesario para dicha mudanza.
En consecuencia, no podemos decir que los nuevos formatos de escritura en
historia se encaminan hacia la identificación de un sujeto histórico, más bien podemos
decir que la mudanza hacia las tecnologías digitales ha constituido la principal tarea de
los nuevos escritores de historia. Sin embargo, tampoco podemos decir que esta
tendencia se generalice, sino que el supuesto de un sujeto histórico en el proceso
histórico se ha sustituido por un análisis historiográfico del poder tanto económico,
pero fundamentalmente político con consecuencias sociales.
Hoy predominan los historiadores del poder que innovan en la escritura de la historia,
lo cual marca una tendencia de los datos empíricos sobre las teorías históricas, es decir,
se ha vuelto más inmanente la escritura de la historia sobre los datos empíricos y menos
acuciante sobre los imaginarios de la historia como lo advirtió White al predecir que
la historia y las ciencias sociales habían pasado de una construcción pre- científica
hacia las formas del imaginario y su consecución en los relatos del progreso, y que por
tanto la escritura de la historia tenía que decidir sobre la primacía de los datos
empíricos en contextos históricos diferentes.
Hoy no solo se confirma semejante aserto, sino que a nivel de la trama
ideológica neoliberal parecen confirmar su triunfo parcial sobre el radicalismo, el
anarquismo y el conservadurismo, es decir, estamos ante la presencia de discursos
historiográficos que han asumido la subsunción, a nivel histórico, de otras prácticas de
tramar la historia que no sean las del establishment del capital y de la democracia
representativa como formas absolutas de conciencia histórica.
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