Ciencia y Filosofía ISSN: 2594-2204, primavera-verano 2022
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DOI: 10.38128/cienciayfilosofa.v7i7.42
Artículo académico
Los Herederos (2008) de Eugenio Polgovsky: La explotación
infantil en el campo mexicano
Los Herederos (2008) by Eugenio Polgovsky: Child exploitation in the
Mexican field of sowing
Os Herdeiros (2008), de Eugenio Polgovsky: Exploração infantil no
interior do México
*José Oscar Luna Tolentino. ID. 0000-0002-7105-2313
**Heriberto Morales Leyva2 ID. 0000-0002-7105-2313
*Universidad Nacional Autónoma de México, Facultad de Filosofía y Letras, CDMX,
México. Email: 18522@uagro.mx
**Universidad Autónoma de Guerrero. Facultad de Filosofía y Letras, Guerrero, México.
Email: hermorley07@gmail.com
Resumen
En este artículo trabajaremos el enfoque y la crítica explícita, que realiza el cineasta mexicano
Eugenio Polgovsky sobre la explotación infantil en el campo mexicano, en su documental:
Los Herederos (2008). Al ser una obra que evidencia desde una perspectiva realista la miseria
y los abusos que sufren estos niños, el abordaje analítico será con base en la teoría de la
decolonización, empleando también los trabajos de Césaire, Fanon y Grosfoguel, sustentado
además con datos específicos, índices socioeconómicos de nuestro país. Esta obra se presentó
antes de los absurdos festejos del bicentenario de la Independencia y el centenario de la
Revolución mexicana, lo cual implica una postura de compromiso social, una ética ante una
problemática que desafortunadamente continúa vigente: el Estado no ha realizado ninguna
acción concreta para erradicar este mal que nos debería ofender, como pueblo y seres
humanos, en múltiples sentidos.
Palabras clave: Explotación infantil, Miseria, Polgovsky, Los Herederos, México
Summary
Ciencia y Filosofía ISSN: 2594-2204, primavera-verano 2022
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In this article we will work on the approach and explicit criticism made by the Mexican
filmmaker Eugenio Polgovsky on child exploitation in the Mexican fields, in his
documentary: Los Herederos (2008). Being a work that demonstrates with a realistic
perspective the misery and abuse suffered by these children, the analytical approach will
be based on the theory of decolonization, also using the works of Césaire, Fanon and
Grosfoguel, supported by specific data, socioeconomic indices of our country. This work
was presented before the absurd celebrations of the bicentennial of Independence and the
centenary of the Mexican Revolution, which implies a position of social commitment, an
ethic in the face of a problem that unfortunately continues to exist: the State has not carried
out any concrete action to eradicate this evil that should offend us all, as people ahd human
beings, in multiple ways.
Keywords: Child exploitation, Misery, Polgovsky, Los Herederos, México
Resumo
Este artigo examina a abordagem e a crítica explícita da exploração infantil no México rural
feita pelo cineasta mexicano Eugenio Polgovsky em seu documentário *Los Herederos*
(2008). Como o filme expõe de forma realista a miséria e os abusos sofridos por essas
crianças, a abordagem analítica será baseada na teoria decolonial, recorrendo às obras de
Césaire, Fanon e Grosfoguel, e apoiada por dados específicos e indicadores socioeconômicos
do México. O lançamento do filme precedeu as absurdas comemorações do bicentenário da
Independência Mexicana e do centenário da Revolução Mexicana, implicando uma postura
de compromisso social e uma resposta ética a um problema que, infelizmente, persiste: o
Estado não tomou nenhuma ação concreta para erradicar esse mal, que deveria nos ofender,
como povo e como seres humanos, de múltiplas maneiras.
Palavras-chave: Exploração infantil, Pobreza, Polgovsky, *Los Herederos*, México
Enviado: 08.02:2022
Aprobado:22.02:2022
Pullicino: 02.06:2022
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Introducción
In memoriam Eugenio Polgovsky
y Armando Vega-Gil
Eugenio Polgovsky (1977-2017)
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dio a conocer en 2008 su documental intitulado: Los
Herederos, obra fundamental de su producción, que se presentó en el Festival
Internacional de Cine de Venecia y en el Festival de Cine de Berlín. Alcanzó tal impacto
que obtuvo siete nominaciones para el premio Ariel de la Academia Mexicana de Artes y
Ciencias Cinematográficas, ganando dos categorías: “mejor edición” y “mejor
largometraje documental”. Esta cinta enfoca, evidencia y critica de manera explícita la
explotación laboral infantil que suele desarrollarse en algunos de los estados rurales que
comprenden gran parte del campo mexicano. Esta pieza se anticipó a los absurdos y
ridículos festejos del gobierno en turno, para rememorar el bicentenario de la
Independencia y el centenario de la Revolución mexicana. Felipe Calderón Hinojosa
derrochó 2800 millones de pesos en estas celebraciones, mucho dinero para un país pobre
(esto sin tomar en cuenta la famosa Estela de luz que costó un aproximado de más de mil
trecientos millones y que en la actualidad es considerado un monumento a la corrupción).
Mientras una buena parte del país se entusiasmaba por esta vana celebración, este autor
se preocupó por tocar una de las fibras más sensibles del pueblo mexicano, al enfocar la
miseria y la explotación infantil que incontables niños han padecido. El documental sigue
intentando ser un pequeño contrapeso ante la ingente maquinaria del “Pan y circo para el
pueblo” que los gobiernos conservadores o de derecha han ocupado para distraer a la
nación.
La perspectiva teórica de análisis se sustentaen la decolonización de la episteme, visión
crítica de evidenciar todas las atrocidades que se han realizado, y que como sabemos,
siguen cometiendo los nuevos colonizadores y explotadores de recursos naturales y
humanos en América Latina. Si bien la base será la postura heurística de Aimé Cesáire,
con su ensayo: “El discurso sobre el colonizalismo”, Frantz Fanon con su obra: Los
condenados de la tierra, nos centraremos más en la zona del “ser” y del “no ser”, concepto
1
Eugenio Gregorio Polgovsky Ezcurra nació en la ciudad de México en 1977 y falleció en Londres en 2017, fue
director de cine, actor, fotógrafo, productor y editor. Autor de los siguientes documentales: El color de su sombra
(2000), Trópico de Cáncer (2004), presentado en el Festival Internacional de Cine de Cannes, Los herederos
(2008), Festival Internacional de Cine de Venecia y Festival de Cine de Berlín, Mitote (2012) presentado en el
Festival de Cine de Roma y Un salto de vida (2014) Césares de Francia. Asimismo, ganó en Cuba, Chile y Perú
como mejor documental en 2009, y los Amnistía internacional en Lisboa y Eslovenia.
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fanoniano del racismo, que ha sido analizado por Boaventura de Sousa Santos, y
profundizado por Ramón Grosfoguel. Al respecto, Césaire sintetiza con mucha precisión
esta fórmula básica de opresión: “la colonización trabaja para descivilizar al colonizador,
para embrutecerlo en el sentido literal de la palabra, para degradarlo, para despertar sus
recónditos instintos en pos de la codicia, la violencia, el odio racial, el relativismo moral”.
(Césaire, 2006, p. 15). Fanon, prosiguiendo las ideas de su mentor, enfoca y visualiza
todos estos abusos e injusticias que se han y se siguen realizando por los eurocentrados-
capitalistas: “El indígena es declarado impermeable a la ética; ausencia de valores, pero
también negación de los valores. Es, nos atrevemos a decirlo, el enemigo de los valores.
En este sentido, es el mal absoluto”. (Fanon, 1965, p. 20).
Si bien la postura de compromiso social es por demás evidente en estas ingentes
personalidades; en la progresión y sintetizando, Ramón Grosfoguel con mayor detalle nos
muestra y explica en qué consiste esta forma de opresión:
El «Yo» en un sistema imperialista /capitalista/patriarcal son las élites
metropolitanas masculinas heterosexuales occidentales y las élites masculinas
heterosexuales occidentalizadas en los países periféricos. El «Otro» en la zona
del ser son las poblaciones occidentales de los centros metropolitanos u
occidentalizadas dentro de la periferia, cuya humanidad es reconocida pero
que al mismo tiempo viven opresiones no-raciales de clase, sexualidad o
género dominados por el «Yo» imperial en sus respectivas regiones y países.
La zona del ser y no-ser no es un lugar geográfico específico, sino una
posición en las relaciones raciales de poder que ocurren a escala global entre
centros y periferias, pero que también ocurren a escala nacional y local contra
diversos grupos racialmente inferiorizados. (Grosfoguel, 2015, p. 95).
Estas marcas de inferioridad se pueden dar en aspectos religiosos, étnicos, culturales, de
color o, como este caso que trabajaremos, en la explotación infantil. En este sentido, en el
trailer del documetal lo primero que se escucha es el canto de un gallo: “despierten” es la
evocación directa; inmediatamente después apreciamos a un niño cortando un pedazo de
madera con un cuchillo, el título de la película se muestra en esa estética del “machete”,
las letras se contienen en un rojo que se vuelve cada vez más intenso. Y vemos, somos
testigos del desfile de los niños que se muestran ante nuestros ojos:
el que está emparejando al jumento para ir por la carga,
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la niña que da de vueltas a la rueda para trabajar en los talleres de hiladeras,
el infante que pisca el jitomate, el rapaz artesano que crea alebrijes, los
niños que cargan en su espalda los leños para el fuego,
los que trabajan con el arado, los que cargan agua,
los que amasan el lodo para hacer tabiques,
incluso, los más pequeños que van en los rebozos de sus progenitoras o en los
botes que sirven para cargar los productos cosechados.
Un aspecto medular de la obra es la reflexión, la “zona de confort” de la que puede estar
consciente el receptor, contrapuesta a ese “trabajo infantil” que se muestra directamente.
Por lo regular, los citadinos, los habitantes de áreas urbanas estamos acostumbrados a
tener casi todo al alcance de la mano, no batallamos ni sufrimos demasiado. En el
documental, estos niños no se despiertan y se alistan para ir a la escuela, como lo haría un
infante con ese derecho, sino que se levantan y de inmediato deben de comenzar a realizar
los trabajos que les corresponden. Un niño con el privilegio de estudiar, generalmente se
baña en regadera (en el peor de los casos, a jicarazos, y dado el caso, se perfuma),
desayuna y es llevado al colegio (los más marginados no desayunan y deben ir solos). Por
el contrario, estos pequeños no, no se bañan a diario porque su vivienda es muy humilde,
el agua escasea y, por lo regular, tienen que acarrearla de largas distancias, usan el vital
líquido para lo indispensable, no pueden agotar los recursos.
La ropa que usan es casi la misma que utilizan a diario, está sucia y vieja porque
no hay dinero para estar comprando, mucho menos pensar en perfumes o demás
ornamentos; su desayuno es por lo regular una taza de café con tortillas. En el caso de
tener el privilegio de ir a la escuela, todo se complica, ya que las escuelas rurales se
encuentran muy retiradas (incluso a horas de camino), es tal la pobreza que comprar útiles
escolares y uniformes es un lujo que no pueden solventar. Ver imagen 1.
Imagen 1. Portada del documental
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Evanescentes referencias espaciotemporales del campo mexicano
Una civilización incapaz
de resolver los problemas
que suscita su funcionamiento
es una civilización decadente
AIMÉ CÉSAIRE
El campo mexicano ha sido el escenario principal del gran despojo que han sufrido los
compatriotas más pobres, desde la época de la conquista, y cruelmente prevalece hasta
nuestros días. El ejemplo concreto se gestó en 1980, con las políticas neoliberales
iniciadas por López Portillo y ejercidas eficazmente por Salinas de Gortari; éstas
impactaron de manera muy negativa al campo mexicano, debilitando la economía y las
formas de vida de los campesinos, sumiéndolos en una miseria profunda, en múltiples
sentidos: “Así pues, las niñas y los niños jornaleros agrícolas migrantes viven en un
contexto de vulnerabilidad latente, atravesada por factores como la migración, el trabajo
y una deficiente educación, cuya articulación contribuyen a la reproducción de su
condición de pobreza, lo que dificulta su movilidad social” (Martínez Gómez & Sánchez
García, 2017: 17). Los más afectados por estos atropeyos son los niños, y Eugenio
Polgovsky los enfoca y evidencia los abusos que sufren, para crear consciencia a través
de este documental; lo realiza de manera oblicua, convida a su espectador a que redondee
el mensaje reflexivo. Por tal motivo, las alusiones concretas nunca son referidas en la
cinta, tenemos una noción de los lugares físicos, por la ficha técnica de la obra, por las
entrevistas que se conservan, en que el cineasta nos informa del trabajo de campo que
realizó durante tres años, y que éste se desprendió del documental anterior Trópico de
cáncer (2007), en que los niños ya son protagonistas de la historia.
Estos tienen la imperante necesidad de trabajar para poder subsistir y ayudar a sus
progenitores con los gastos básicos, las zonas de pobreza extrema corresponden a los
estados de Guerrero, Oaxaca, Puebla, Nayarit, Sinaloa y Veracruz. Y esto suele ocurrir en
todo el campo agrícola de América Latina, como refiere Antonio Candido en el caso de
Brasil: “niños nordestinos raquíticos, poblaciones enteras sin vivienda, campesinos y
trabajadores rurales masacrados, personas desempleadas que viven en las calles”
(Candido, 1995, p. 152). Estos infantes que en lugar de estar estudiando o disfrutando de
su niñez, tienen que trabajar y han sido olvidados no sólo por el Estado, sino también por
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la gran mayoría de la sociedad mexicana. La obra incide en una herida que sólo unos
cuantos perciben, poco se reflexiona y no se realiza ninguna acción concreta para
remediarla. Baste un ejemplo de estas actividades que se repiten en nuestros días y que
muy difícilmente se erradicarán, el reportaje es de Carlos Arrieta, publicado el 1 de mayo
de 2019, un día después del día del niño, y en el día del trabajo:
Por unas cuantas monedas, niños mixtecos de seis años en adelante trabajan
de sol a sol en los campos del municipio de Coahuayana, Michoacán. Salen
de su casa a las cinco de la mañana y regresan a las siete de la noche a cambio
de veinte pesos diarios. Estudian en sus ratos libres, sólo así es permitido por
sus padres; enfrentan desnutrición y descuido. Así, en medio de esa esclavitud
moderna, es como llegó el día del niño para estos hijos de jornaleros (El
Universal, 1 de mayo de 2019).
En este plano general del campo mexicano, que puede ser cualquiera de los ya
mencionados, se desarrolla la trama de la obra, y en los encuadres de las secuencias, se
muestran las labores o trabajos que realizan estos niños, se evidencia un lastre que aqueja
no sólo a nuestro país, sino en general a toda América Latina y a muchos países
subdesarrollados del orbe. Y es un aspecto tan complicado, que en algunas de estas
naciones colonizadas por los países del llamado primer mundo, sufren infamias, ya que
sus empresas transnacionales aprovechan para explotar de manera legal no sólo a los
adultos, sino a estos pequeños, en una forma moderna de esclavitud.
En este sentido, un acierto estético y estilistico de Eugenio Poldovsky es que no
da juicios de valor, no se apoya en entrevistas, ni utiliza frases, deja la total libertad al
espectador para que se genere su propio juicio de lo evidenciado. Es muy apelativo,
permite que el receptor construya los sentidos a partir de su sensibilidad o experiencia de
vida. Como se refiere en la reseña del blog “Cine Latino en New York”, este documental
se sobrepuso a todas las adversidades:
No me sorprende en absoluto, que [...] haya sido rechazado por una institución
mexicana encargada de dar apoyos financieros al cine. Cuando unas instancias
gubernamentales están más preocupadas por su imagen internacional, que por
atender sus inminentes problemas, un documental sobre la pobreza y
explotación infantil laboral, es una seria amenaza. Tampoco extraña que
ninguna entidad cultural, federal o estatal, aparezca en los créditos del
segundo filme del cineasta Eugenio Polgovsky, para qué apoyar algo con esa
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temática (Cinelatinony, 2009).
A continuación, nos enfocaremos en cinco secuencias de trabajo infantil que se
complementan, para evidenciar y criticar como se muestra en el celuloide, que son niños
sin nombre, no son sujetos, sino objetos para sacar provecho, instrumentos explotables.
Son las actuales Marías que sirven a los hombres y los Josés que tienen que salir a luchar
para sacar adelante a su familia, en ese eterno ciclo primitivo.
Zafra
Los niños sin nombre: las Marías… los Josés
En toda sociedad y en toda colectividad existe,
debe existir, un canal, una puerta de salida
por donde puedan liberarse las energías
acumuladas en forma de agresividad.
FRANTZ FANON
Una de las secuencias corresponde a un niño que hace la zafra, sin ningún tipo de
protección, con su ropa sucia, maneja el machete con mucha destreza, aunque no deja de
sentirse el vértigo de que en algún descuido se un golpe en las piernas o que al tomar
las cañas con sus manos sin guantes, se hiera o sea picado por algún animal ponzoñoso
(no hay que olvidar que este trabajo arduo es de temporada, y que con anterioridad se
utilizaron pesticidas y agroquímicos; todo esto aunado al fuego que se emplea para matar
a las alimañas).
Como refiere Citlalli Luciana, en su reportaje en NTV, de Oaxaca: “Este tipo de
actividades se clasifican como peligrosas por la Ley Federal del Trabajo, por lo cual no
están permitidas para todas las personas menores de 18 años”. Y sin embargo, ocurre: los
infantes que son explotados y se enfrentan a condiciones de trabajo que duran
aproximadamente doce horas al día (no hay que olvidar que la medición del tiempo en el
campo es de sol a sol), como la caña de azúcar se produce en tierras de temperaturas
cálidas, podemos imaginar el “infierno” que deben soportar a más de 30 grados
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centígrados, aunado a las partículas de humo que deben respirar (fotograma 1). Esta
focalización que se presenta en una secuencia de al menos tres ocasiones (en el fondo de
la toma se aprecia un camión de redilas en que van otros jornaleros), es muy apelativa en
el sentido de que en nuestra zona de confort, olvidamos todo el proceso que conlleva la
producción del azúcar que endulza las bebidas que consumimos por mero placer en las
urbes. Al respecto, la crítica de Fanon en los Condenados de la tierra es muy acertada:
“La ciudad del colonizado es una ciudad hambrienta, hambrienta de pan, de carne, de
zapatos, de carbón, de luz. La ciudad del colonizado es una ciudad agachada, una ciudad
de rodillas, una ciudad revolcada en el fango” (Fanon, 1965, p. 19).
El intento indirecto de Polgovsky es hacer notar por quien está dominado el campo
mexicano y su modus operandi que aún sigue vigente. Para la actualidad, muchas familias
aún son motivadas por la figura del “enganchador” o “reclutador” para poder trasladarse
a grandes haciendas, fincas, o granjas a desempeñar labores por sueldos engañosos, esta
figura les permite evadir el cumplimiento de los derechos humanos de sus trabajadores, o
cargos ante la ley. La mayoría de los jornaleros que son empleados en el campo, son una
población acostumbrada a la vida agraria, pero que en sus contextos microeconómicos no
pueden sostenerse eficazmente, ya sea por el rezago, la marginalidad de sus comunidades
o la ausencia de infraestructura para comercializar y auto sustentarse, por ello recurren a
emplear su fuerza de trabajo:
Se puede decir que el campo mexicano del siglo XX fue agrario; sin embargo, en
el siglo XXI será fundamentalmente asalariado. Pero será asalariado no tanto porque el
sector agropecuario se habrá capitalizado, sino porque la mayoría de los hogares rurales
no será campesina mientras que los hogares campesinos pluriactivos serán esencialmente
asalariados. Serán hogares que tendrán las mismas fuentes de empleo, o por lo menos muy
similares, que los hogares urbanos. También, en ese sentido, se puede afirmar que el
campo se parece cada vez más a la ciudad. (Carton, 2009, 43). Ver imagen 2.
Imagen 2. Fotograma 1 y 2
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Pizcadores
Otros niños jornaleros son aquellos que acompañan a sus progenitores, en estos trabajos
también de temporada; todos tienen que ir, incluso los más pequeños que aún no caminan
(de meses, dos años a lo sumo) y que muchas veces son cuidados por los hermanos un
poco más grandes (cinco años, si acaso), que no son empleados ya que aún no aguantan el
fuerte trajín. Los “mayorcitos” de seis o siete años, que ya son capaces de cargar cubetas
o botes, pueden realizar esas faenas arduas, que como se puede ver, duran todo el día
(literalmente de sol a sol), en que son forzados a realizar la cosecha en el menor tiempo
posible, los capataces llevan los registros y todo “urge”, para llevar los productos a la
venta (fotograma 2). Como se podrá presuponer, el trabajo es mucho y la paga muy poca;
en un presupuesto de que a un adulto se le paguen 200 pesos por jornada (de hecho, es
benevolente la cifra), y una familia lleva a trabajar a más de dos de sus niños, estaríamos
hablando de al menos 600 pesos al día, lo cual se vuelve redituable para una familia de
escasos recursos que sufre la miseria. En este sentido, tomando en cuenta las cifras que
publicó Emir Olivares Alonso, en diciembre de 2017, el panorama luce alarmante: “El
Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) calcula que 44 por ciento de los
hogares de estos trabajadores cuenta con al menos una niña o un niño que labora en esta
actividad y sus ingresos representan alrededor de 41 por ciento del total familiar” (La
Jornada, 2017). Reforzando estos datos, con base en la
Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo, el trabajo infantil agrícola pasó a tener 3
millones 832 mil niñas y niños en esas labores en 2007, y a 319 mil 45 en 2015. En datos más
actuales, esto representa que estos niños que trabajan representan 11% del total de infantes
que deberían estar estudiando y disfrutando de su infancia. En este tenor, las y los niños son
herederos de la necesidad de sostener el campo. El documental además deja entrever una
realidad constante en el territorio mexicano, la de ocupar esos “enganchadores”, ya referidos,
para poder contratar bajo palabra a cientos de familias, prometiendo vivienda, comidas,
escuela y atención médica. Por ejemplo, el caso de Bioparques de Occidente (2013), donde
había al menos 275 trabajadores de Veracruz, Guerrero, Hidalgo y San Luis potosí, retenidos,
viviendo en cuartos de ocho metros cuadrados por cada diez personas, obligados a cumplir la
jornada ya que los patrones exigían completar “su contrato” y acabar la temporada. Con el
pago de 100 pesos al día por jornadas que podían llegar hasta las 12 horas de trabajo, donde
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incluso se les pedían cuotas o abonos para su retorno, comidas u otras necesidades.
Tales procesos han generado una fuerte exclusión entre los productores rurales. A
partir de la firma del TLCN se han perdido 1.78 millones de empleos en el campo, mientras
que 2 millones de productores han sufrido un proceso total o parcial de exclusión pues según
la Secretaría de Trabajo y Prevención Social, han perdido su patrimonio entre 1993 y 2002.
(Schwntesius, Rita en prensa).
Trabajo doméstico
En la obra fílmica se enfoca a varias niñas que cuidan a sus hermanitos menores y que incluso
cargan en sus espaldas con un rebozo, ellas echan las tortillas en el comal (previa molienda
del mixtamal), dan de comer a sus animales: “En México se estima que 3.2 millones de niños
de 5 a 17 años de edad trabajan en actividades económicas no permitidas o en quehaceres
domésticos en condiciones no adecuadas” (Butrón, 2019). Estas historias e imágenes fuertes
se entrelazan con otra secuencia en donde observamos a una mujer de la tercera edad, una
abuelita que camina muy lento y encorvada, ya no se puede enderezar y caminar recto; en
lugar de descansar y ser cuidada por sus hijos, la abuela debe proseguir con estas tareas
domésticas (fotogramas 3 y 4).
Otra secuencia que se empalma con esta corresponde a la niña que pedalea la rueda para
que gire la maquinaria de las tejedoras. En esta parte se escucha música, el ruido producido
por los instrumentos mecánicos y el close up de las manos, de los rostros, en la progresión
infancia, madurez y vejez. Se sobre entiende, es muy probable que terminen igual, que el ciclo
se repita de manera infinita, estos niños terminarán igual, sin nadie que las cuide y vea por
ellas, tendrán que seguir trabajando en esa recalcitrante pobreza extrema.8 Como refiere
March Castañeda en la reseña que realiza al documental en la revista Hojasanta: “La pantalla
se llena de secuencias poderosas que hablan por solas… Guerrero, Nayarit, Oaxaca,
Sinaloa, Puebla y Veracruz son sólo algunos de los estados donde el trabajo infantil es algo
normal, aunque eso no le quita lo alarmante. ¿Por qué la situación no ha cambiado en tantos
años?”
Esta normalidad es la que se muestra en el documental y así se nos muestran a estos
niños que son Herederos de la vida que han llevado sus padres, que les inculcaron sus abuelos
y así sucesivamente en varias generaciones: Herederos de la miseria y la explotación. En el
marco del “Día Mundial del Trabajo Infantil”, Óscar Castillo, director del proyecto Campos
de Esperanza de la organización civil World Vision ha indicado que en nuestro país trabajan
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3.2 millones de niños. En el inicio de la obra, se escucha un canto en náhuatl que denota dolor,
como un arrullo para que llegue el descanso: “Que duerma mi niño, que no despierte mi
pequeñito, mi niño, niño, mi niñito, que no despierte mi pequeñito, que no despierte del dulce
sueño, mi niño, niño, mi dueñito”. Como se ha percibido con estas secuencias, Eugenio
Polgovsky es un artista comprometido, en que su ética profesional queda muy clara y como
menciona Antonio Zirión:
Los documentalistas esperamos que nuestras películas puedan tener un impacto
positivo, que puedan hacer algún bien, como ayudar a entendernos los unos a los
otros. La esperanza es que la realidad bien descrita en alguna de sus facetas
contribuya a construir un mundo mejor. Para esto, es básico proceder de la manera
más honesta, actuar basados en la propia experiencia, deshacernos de prejuicios
preconcepciones, tratando de no manipular a nuestro propio capricho el sentido o el
destino natural de los eventos, sin comprometer además nuestros principios ni
traicionar nuestros valores. (Zirión, 2008: 61).
La iniciativa corrió a cargo de Vicente Fox que en su gobierno firmó el decreto y que su
compañero de partido, Felipe Calderón concretó en las fiestas patrias del año 2000, el plan de
los eventos se concedió a la Secretaría de Educación Pública, estos “festejos” costaron al país
2800 millones de pesos, cifra que refleja la desmesurada corrupción de los gobiernos en turno
practicaban libremente y de manera cínica, evidenciando la falta de conciencia histórica del
grueso de la población, estos eventos fueron en el fondo una vergüenza, un ridículo que con
el paso de los años esperemos que sea más clara la estulticia que se realizó. Ver imagen 3.
Imagen 3. Fotograma 3 y 4
Artesanos
Otros niños presentados en estas secuencias son oaxaqueños, y se sabe por los alebrijes
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que trabajan con la madera; primero con el machete para los cortes grandes, y después,
con la navaja para hacer los detalles de los cortes en las piezas que terminarán siendo
ensambladas. Lo que más llama la atención del muchachito enfocado es la paciencia y la
destreza en el oficio que le ha inculcado su progenitor, y a pesar de que realiza la labor
con mucha atención, vemos como se termina cortando uno de los dedos, y a pesar de esto,
continúa su trabajo como si nada. ¿Qué pasaría en un entorno citadino? Obviamente, se
atendería y el obrero recibiría la ayuda necesaria, pero en este caso estamos presenciando
una infamia más (fotogramas 5 y 6). La visión folclorista nos generaría la ilusión de que
estas artesanías serían realizadas por un autor, un artesano, cuando no siempre es así, los
pequeños o mujeres son empleados para producir y vender estas artesanías; un modus
operandi que se desarrolla en los denominados pueblos mágicos o ciudades de mayor
afluencia de turistas. Un ejemplo: “De forma invisible para las autoridades cientos de
niños y niñas son explotados laboralmente en la Villa de Nuevo Progreso.
Desde la venta de manualidades, artesanías y golosinas, hasta la mendicidad. A los
menores no sólo se les obliga a pedir dinero en la zona turística del poblado, sino que
también son «rentados» a terceras personas quienes los usan como pedigüeños” (Cruz,
2010). A estas referencias, se pueden agregar las siguientes infamias, en ciertas zonas de
turismo internacional como Cancún o Los Cabos, no sólo se desarrolla la explotación de
infantes sino la trata infantil. En este sentido, la crítica de Aimé Césaire es muy puntual:
“Una civilización que escoge cerrar los ojos ante sus problemas más cruciales es una
civilización herida. Una civilización que le hace trampas a sus principios es una
civilización moribunda”. (Césaire, 2006, p. 13). Ver imagen 4.
Imagen 4. Fotograma 5 y 6
Albañiles
Otro grupo de niños enfocados en un triada de secuencias que se complementan son los
infantes utilizados en las tabiqueras, una de ellas muy rústica en donde un par de hermanos
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tienen que ir por la tierra para transportarla en una carretilla y después revoverla con sus
pies, para finalmente llevar la mezcla hasta la zona donde con sus manos ponen en los
moldes la arcilla para dejarla que se seque, todo este proceso, obviamente sin ningún
equipo de protección y en las peores condiciones; otro grupo de niños hacen lo propio
pero paleando la grava que debe caer en la compresora de tabiques, aquí se enfoca el
latente riesgo de caer en el embudo y ser triturados por la maquinaria; finalmente, unos
niños apoyan y ayudan a sus mayores realizando parte del trabajo sucio en la construcción
de zapatas, trayendo rocas y acomodandolas para que sean fijadas con el cemento.
Como se puede observar en el documental, todos estos niños viven esa “zona del
no ser”, la neocolonización moderna que se fragua en el salario nimo que genera la
pobreza extrema: En la zona del ser, los sujetos, por ser racializados como seres
superiores, no viven opresión racial, sino privilegio racial. […] En la zona del no-ser,
debido a que los sujetos son racializados como inferiores, ellos viven opresión racial en
lugar de privilegio racial” (Grosfoguel, 2012, 94).
Hacia el final del documental, la narrativa gira en torno a esa cotidianidad del
jornalero que pasa todo su día en el campo con su familia; los bebés y los niños muy
pequeños se entretienen debajo de las llantas de la monstruosa camioneta que espera
ansiosa llenarse para transportar el producto; simultáneamente, otros se miran cargados
por rebozos en las espaldas de sus madres, que no descansan ni escatiman el esfuerzo
extra, ya que el patrón observa riguroso la cantidad de cubetas o porciones que cada uno
recolecta que, de acuerdo a su producción, sea también su pago. Esta cultura de la pobreza
se representa en estas contrariedades:
La población migrante se hacina en las zonas más marginadas y con mayor índice
de pobreza; su entorno y nicho ecológico cambia, y la persona no sólo se tiene que
enfrentar a la nueva situación cultural y social, sino que también tiene que encontrar
estrategias de adaptación para otro ecosistema físico, ambiental y económico (Romero,
2013, p. 129). Ver imagen 5.
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Imagen 5. Fotograma 6 y 7
Conclusiones
Estos niños son una representación parcial de la explotación laboral en nuestro país, pues
la mayoría de mexicanos viven en la pobreza y no tienen los derechos básicos que debería
otorgarles el Estado, a pesar de los esfuerzos de la 4T, aún estamos a lustros de que la
gran parte de que estos niños logren tener:
a) Vivienda digna.
b) Servicios de salud de calidad.
c) Trabajos muy bien remunerados y sobre todo:
d) Educación.
Es una obviedad que gran parte de la población retratada en el documental carece de estas
garantías fundamentales; ahora bien, las preguntas imperentes son: ¿hasta cuándo
seguiremos soportando todas estas infamias?, ¿permitiremos que estos Herederos del
sistema capitalistaglobalizador, sigan sufriendo la ignominiosa explotación por siempre?
No debemos olvidar esas imágenes que se quedan grabadas, como cuando una niña
al alimentar a sus gallinas y cerdos mide con su mano la justa cantidad de maíz que ha de
darle a cada cual, o cuando los niños que acarrean agua en botellas de refresco van
recogiendo los leños secos para utilizarlos en el fogón. Lo que Lewis llama la cultura de
la pobreza, que es “el factor dinámico que afecta la participación en la esfera de la cultura
nacional creando una subcultura por misma” (Lewis, 1989: p. 17). Polgovsky nos
muestra toda esta pobreza como un problema crucial a resolver. Por ejemplo, la “Danza
de los diablos” con que remata el documental, abre el debate sobre cómo permitir una
respuesta a la miseria de estas zonas rurales del país sin dañar sus aspectos culturales y el
libre desarrollo de sus identidades.
Para cerrar, citaremos al nobel de la paz, Kailash Satyarthi, que en una entrevista
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que le realizó Yuriria Sierra, refirió lo siguiente: “todos los niños del mundo son nuestros.
A veces nos encontramos con un mundo que ama y se preocupa solo por sus hijos
biológicos, por nuestros hermanos, pero creo firmemente que, en este momento, debemos
ser responsables de cada niño en el mundo o no podremos encontrar la paz”.
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