Ciencia y Filosofía ISSN: 2594-2204
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Artículo académico
DOI: 10.38128/cienciayfilosofa.v4i4.21
El discurso político desde la perspectiva
psicosociológica y semiocomunicacional de Patrick
Charaudeau
Political discourse from the psychosociological and
semicommunicational perspective of Patrick
Charaudeau
Discurso político na perspectiva psicossociológica e
semiocomunicacional de Patrick Charaudeau
Elia Magdalena Martínez-Sánchez
Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Filológicas,
México
Email: simoon97@hotmail.com
Resumen
En este trabajo nos interesa delinear las principales características del discurso político desde
la perspectiva del análisis del discurso, especialmente desde el enfoque psicosociológico y
semiocomunicacional propuesto por el lingüista francés Patrick Charaudeau. Basado en el
marco teórico caracteriza el discurso político como un género discursivo específico cuyo
objetivo fundamental es la incitación, es decir, influir en el pensamiento y las acciones del
ciudadano mediante la persuasión y la seducción. El análisis se estructura en tres niveles.
Primero, el contrato de comunicación política, que define las instancias participantes: la
política (quien emite el discurso), la ciudadana (el destinatario), la adversaria (la oposición) y
la mediática (que difunde y modifica el mensaje). Segundo, la construcción discursiva, donde
destacan las estrategias para lograr persuadir. El modo de organización predominante es el
argumentativo, aunque se combina con el narrativo y el descriptivo. Aquí son cruciales los
saberes de creencia (opiniones, ideologías) que se presentan como si fueran saberes de
conocimiento (hechos objetivos), así como los argumentos recurrentes (de autoridad,
pragmático, ad hominem). Tercero, la configuración textual, determinada por las
circunstancias materiales (mitin, debate televisivo, declaración presidencial). En conclusión,
el discurso político es un acto estratégico que, bajo la apariencia de buscar el consenso y el
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bien común, utiliza un complejo entramado de recursos lingüísticos y retóricos (ethos, pathos,
logos) para construir una "verdad" y movilizar a la ciudadanía hacia sus objetivos.
Palabras clave: discurso político, análisis del discurso, género discursivo, estrategias
discursivas.
Abstract
This paper aims to outline the main characteristics of political discourse from the perspective
of discourse analysis, specifically from the psycho-sociological and semio-communicational
approach proposed by the French linguist Patrick Charaudeau. Based on this theoretical
framework, he characterizes political discourse as a specific discursive genre whose
fundamental objective is incitement, that is, influencing citizens' thoughts and actions through
persuasion and seduction. The analysis is structured on three levels. First, the political
communication contract, which defines the participating entities: the political (the one who
issues the discourse), the citizenry (the recipient), the adversary (the opposition), and the
media (which disseminates and modifies the message). Second, the discursive construction,
which highlights the strategies used to achieve persuasion. The predominant mode of
organization is argumentative, although it is combined with narrative and descriptive
elements. Here, belief systems (opinions, ideologies) presented as objective facts are crucial,
as are recurring arguments (arguments from authority, pragmatic arguments, ad hominem
arguments). Third, the textual configuration is determined by the material circumstances
(rally, televised debate, presidential address). In conclusion, political discourse is a strategic
act that, under the guise of seeking consensus and the common good, uses a complex network
of linguistic and rhetorical resources (ethos, pathos, logos) to construct a "truth" and mobilize
citizens toward its objectives.
Keywords: political discourse, discourse analysis, discourse genre, discursive strategies.
Resumo
Este artigo visa delinear as principais características do discurso político sob a perspectiva da
análise do discurso, especificamente a partir da abordagem psicossociológica e
semiocomunicacional proposta pelo linguista francês Patrick Charaudeau. Com base nesse
arcabouço teórico, ele caracteriza o discurso político como um gênero discursivo específico
cujo objetivo fundamental é a incitação, ou seja, influenciar os pensamentos e ações dos
cidadãos por meio da persuasão e da sedução. A análise é estruturada em três níveis. Primeiro,
o contrato de comunicação política, que define as entidades participantes: o político (aquele
que emite o discurso), a cidadania (o receptor), o adversário (a oposição) e a mídia (que
dissemina e modifica a mensagem). Segundo, a construção discursiva, que destaca as
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estratégias utilizadas para alcançar a persuasão. O modo de organização predominante é o
argumentativo, embora combinado com elementos narrativos e descritivos. Aqui, os sistemas
de crenças (opiniões, ideologias) apresentados como fatos objetivos são cruciais, assim como
os argumentos recorrentes (argumentos de autoridade, argumentos pragmáticos, argumentos
ad hominem). Em terceiro lugar, a configuração textual é determinada pelas circunstâncias
materiais (comício, debate televisionado, discurso presidencial). Em conclusão, o discurso
político é um ato estratégico que, sob o pretexto de buscar consenso e o bem comum, utiliza
uma complexa rede de recursos linguísticos e retóricos (ethos, pathos, logos) para construir
uma "verdade" e mobilizar os cidadãos em prol de seus objetivos.
Palavras-chave: discurso político, análise do discurso, gênero discursivo, estratégias
discursivas.
Enviado: 23.10: 2020
Aprobado: 10:11:2020
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Introducción
Autores como Benveniste (1966), Charaudeau (2009a, 2009e), Amossy (2009), López Eire
y Santiago Guervós (2000), entre otros, han planteado, desde diversas ópticas, la idea de que
en todo intercambio comunicativo subyace la intención de orientar al otro hacia ciertas
maneras de pensar y de actuar, es decir, subyace la intención de influirlo de alguna manera.
Esta idea tiene un claro reflejo en el discurso político, dado que este tipo de acto
comunicativo entraña un proceso de persuasión, que tiene como finalidad cambiar o reforzar
las opiniones y las acciones del auditorio-ciudadano. En este trabajo nos interesa delinear las
principales características del discurso político desde la perspectiva del análisis del discurso,
especialmente desde el enfoque psicosociológico y semiocomunicacional propuesto por el
lingüista francés Patrick Charaudeau. Complementaremos este enfoque con los modos de
persuasión propuestos por Aristóteles en su obra Retórica y con los planteamientos que han
realizado otras autoridades sobre el discurso político. Pero antes consideramos necesario
introducir algunos aspectos teóricos que nos permitirán realizar una exposición de los
procedimientos que deben considerarse en la determinación de un género discursivo y una
vez considerados estos procedimientos establecer con base en éstos la caracterización del
discurso político.
1. El espacio de obligaciones y el espacio de estrategias
En la propuesta teórica planteada por Patrick Charaudeau un acto comunicativo es
comprendido desde dos espacios: el espacio de obligaciones y el espacio de estrategias. El
espacio de obligaciones establece las condiciones mínimas que hay que satisfacer para poder
producir y comprender un intercambio lingüístico. Estas condiciones comprenden, entre
otros aspectos, el reconocimiento recíproco de los interlocutores (lo cual les indicará el papel
que cada quien debe asumir), así como un saber previo sobre la experiencia del mundo y
sobre los comportamientos de los individuos en una sociedad. Nos encontramos aquí en un
nivel situacional que da cuenta de un espacio externo que determina la finalidad (fines
discursivos) del acto de comunicación, las identidades psicosociales de los participantes, el
área temática a tratar y las condiciones materiales en las que se desarrolla la comunicación
(Charaudeau, 2001).
El reconocimiento tácito por parte de los interlocutores de las convenciones psicosociales
que regulan el acto de lenguaje constituye lo que se conoce como el contrato de
comunicación. Este contrato representa las condiciones necesarias para poder producir y
comprender un intercambio lingüístico, también representa un marco que estabiliza y
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predispone los comportamientos característicos en una situación. El espacio de estrategias le
otorga al sujeto cierto grado de libertad para elegir los medios discursivos que lo ayuden a
lograr de la manera más favorable su proyecto comunicativo. Si bien la construcción
discursiva se determina en parte por las restricciones que impone la situación de
comunicación, éstas no impiden que el sujeto pueda elegir de un conjunto de procedimientos
discursivos posibles, aquellos que mejor le convengan para lograr sus objetivos
comunicativos.
Nos encontramos aquí en un espacio interno en el que acontece el acto de enunciación, que
configura la identidad discursiva del sujeto enunciador y la identidad discursiva del sujeto
destinatario (o enunciatario). En este espacio también se configura el texto, como resultado
de las instrucciones dadas por la situación de comunicación y del proyecto de habla
específico del sujeto. Expuestas estas breves nociones de la teoría en la que nos enmarcamos,
tenemos las bases suficientes para exponer los procedimientos necesarios en la
determinación de un género discursivo y para establecer la caracterización del discurso
político desde esta perspectiva.
2. El género discursivo
El género discursivo, para Charaudeau (2004, 2012), se constituye a través de los diferentes
niveles de estructuración del acto de lenguaje. Cada uno de estos niveles, el nivel de la
situación comunicativa, el nivel de la construcción discursiva y el nivel de la construcción
textual, aporta un principio de clasificación que le es propio.
2.1. El nivel de la situación comunicativa
El nivel situacional establece, en primer lugar, el contrato global de comunicación,
determinando la pertenencia de los discursos a cierto ámbito comunicativo (político,
científico, mediático, religioso). Establecer que una serie de discursos pertenece a un ámbito
de comunicación específico depende de la conjugación de determinadas condiciones
situacionales. Cada situación de comunicación selecciona uno o varios objetivos para definir
su finalidad. En este nivel ambos elementos (finalidad y objetivos) cobran especial
relevancia, dado que determinan la orientación discursiva en función de la relación que el
sujeto comunicante quiere instaurar con su interlocutor. La finalidad del acto de lenguaje
constituye la respuesta a la pregunta implícita: ¿Estoy aquí para decir qué?, respuesta que se
expresa en términos de fines discursivos (prescripción, solicitación, información, incitación,
instrucción) (Charaudeau, 2001). Por otro lado, los objetivos son definidos en torno a dos
criterios:
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1) La intención pragmática del YO en relación con su posición de legitimidad y
en virtud del tipo de relación que lo une al TÚ.
2) La posición que al mismo tiempo se le atribuye a TÚ.
Para ilustrar mejor el establecimiento de los objetivos con base en estos criterios,
retomaremos algunas de las descripciones que Charaudeau (2004) hace al respecto:
El objetivo de prescripción: YO tiene la intención de "mandar hacer" (o “no
hacer”) al TÚ. YO está legitimado para mandar hacer y además posee
autoridad para poder sancionar. se encuentra en posición de "deber hacer".
El objetivo de solicitación: YO tiene la intención de "saber". YO está en
posición de inferioridad de saber frente al TÚ, pero legitimado en su solicitud.
TÚ está en posición de "deber responder" a la solicitación.
El objetivo de incitación: YO tiene la intención de "hacer hacer", “hacer
pensar” o “hacer decir” al TÚ. YO no tiene una posición de autoridad para
poder sancionar, por lo que sólo puede incitar a hacer; debe, entonces, "hacer
creer" al (por persuasión o por seducción) que será el beneficiario de su
propio acto, asegurándose con ello de que pensará y actuará en la dirección
deseada. TÚ está en posición de "deber creer" que si actúa es por su bien.
En una misma situación de comunicación se pueden manifestar varios objetivos, y un mismo
objetivo puede aparecer en diferentes situaciones. No existe, por lo tanto, una
correspondencia biunívoca entre objetivo discursivo y situación de comunicación. La
finalidad se combina con los otros componentes de la situación de comunicación. Por
ejemplo, en el ámbito de la comunicación política se manifiesta un objetivo de incitación,
que se estructura con la identidad de los interlocutores (político/ciudadano/adversario), con
el tema del discurso y su organización (el ideal del bienestar social), y con las circunstancias
que precisan las condiciones materiales de la comunicación (mitin, parlamento).
2.2. El nivel de la construcción discursiva
El nivel de la construcción discursiva se instaura bajo las restricciones impuestas por la
situación de comunicación. En él, los elementos situacionales generan instrucciones que le
permiten al sujeto comunicante definir la organización discursiva. Como se mencionó
anteriormente, en el nivel situacional la finalidad constituye la respuesta a la pregunta
¿Estamos aquí para decir qué? En el nivel de la construcción discursiva aparece la pregunta
¿Estamos aquí para hablar/escribir cómo? Esta última pregunta se relaciona con las llamadas
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estrategias de puesta en escena del discurso. Estas estrategias se clasifican en tres tipos:
enuncivas, enunciativas y semánticas. Las estrategias de orden enuncivo remiten a lo que
Charaudeau (1992, 2001) ha denominado los modos de organización del discurso, a saber,
el modo descriptivo, el modo narrativo, el modo argumentativo y el modo enunciativo
1
. El
modo descriptivo permite nombrar y calificar los entes del mundo de manera objetiva o
subjetiva. El modo narrativo permite organizar el curso de las acciones que los seres del
mundo realizan y los acontecimientos en los que intervienen. El modo argumentativo consta
de una actividad cuádruple: problematizar, tomar posición, elucidar y probar. Problematizar
consiste en “proponer al interlocutor un área temática (una propuesta) y el marco de
cuestionamiento en el cual se desea argumentar” (Charaudeau, 2009e: 280). Tomar posición
consiste en indicar qué punto de vista se quiere defender (a favor o en contra de qué se está).
La actividad de elucidación lleva al sujeto a presentar la cadena de causalidades que lo
condujo a comprometerse en esa toma de posición. Finalmente, tiene que proporcionar los
argumentos que le permitan probar que su punto de vista está bien fundamentado
(Charaudeau, 2009e: 280). El modo enunciativo posee un estatus especial ya que interviene
en la puesta en escena de los otros tres modos de organización dando cuenta de la posición
del locutor con respecto a sí mismo y con respecto a los demás.
Las estrategias de orden enunciativo remiten a la construcción de los roles enunciativos: YO
(rol elocutivo), (rol alocutivo), EL (rol delocutivo) y a los procedimientos de
modalización que nos muestran las actitudes del orador con respecto a lo enunciado, así
como la imagen de mismo que quiere construir y la imagen que quiere construir del otro
o los otros. Estas estrategias delimitan la situación de enunciación, que se desprende del
marco situacional (Charaudeau: 2001).
Las estrategias de orden semántico remiten a los saberes que los sujetos del intercambio
deben compartir y reconocer si quieren llegar a un entendimiento mutuo. Charaudeau (2003:
54-57) propone distinguir entre saberes de conocimiento y saberes de creencia:
Los saberes de conocimiento provienen de representaciones racionalizadas de los
fenómenos del mundo, es decir, de representaciones objetivas e independientes
del sujeto. Estos saberes se relacionan con las teorías y las doctrinas.
Los saberes de creencia provienen de los juicios de valor que se instauran en los
grupos sociales, por lo tanto, dependen de la mirada subjetiva del sujeto. Estos
saberes se relacionan con las ideologías, las opiniones y los comportamientos de
los seres del mundo.
1
Charaudeau (1992: 635) entiende por modos de organización del discurso un conjunto de procedimientos que permiten
poner en escena el acto de comunicación. Los modos de organización no se excluyen, ya que pueden encontrarse en un
mismo texto, y en ocasiones uno de ellos puede prevalecer sobre los otros, dependiendo de la intención comunicativa
que persiga el sujeto hablante.
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En los saberes de creencia se pueden distinguir tres tipos de opiniones (Charaudeau,
2009d: 35-40):
1) La opinión común: es compartida por el conjunto de la humanidad, tiene un
alcance universal y se expresa con proverbios, dichos o enunciados de valor
general.
2) La opinión relativa: es compartida por un grupo de extensión limitada; se inscribe
en un espacio de discusión, por lo que el locutor se adhiere a ella o la rechaza
dependiendo de su pertenencia o no pertenencia al grupo en cuestión.
3) La opinión colectiva: la comparte un grupo que se caracteriza por tener una
naturaleza esencialista y una fuerte identidad comunitaria.
El sujeto debe decidir, considerando los componentes de la situación, si es pertinente utilizar
un saber de conocimiento o un saber de creencia para establecer la fuerza de verdad
2
de su
discurso. Es decir, si funda su discurso en un “orden de las cosas” (de lo que ha sido
establecido como algo universal) o en una doxa que determina una toma de posición respecto
a lo que cada uno considera verdadero. El sujeto también puede establecer un juego entre
saberes haciendo pasar un saber de creencia como un saber de conocimiento y viceversa.
“Esto se ve claramente en el discurso político que trata de erigir como norma universal
proveniente del conocimiento, lo que sólo es norma moral proveniente de la opinión”
(Charaudeau, 2009d: 41).
De esta forma, el nivel situacional y el nivel discursivo se relacionan: la finalidad determina
una cierta elección de los modos enuncivos (descriptivo, narrativo, argumentativo); la
identidad de los interlocutores determina ciertos modos enunciativos (elocutivo, alocutivo,
delocutivo); el objeto del discurso determina la presentación de saberes de conocimiento o
de saberes de creencia; y las circunstancias materiales determinan la escenografía y la
materia semiológica de la puesta en escena del acto comunicativo. El nivel de las
restricciones discursivas puede considerarse como un lugar intermedio entre el nivel de las
restricciones situacionales y el nivel de la configuración textual.
En este nivel proponemos la clasificación de la tabla 1.:
2
La fuerza de verdad establece un valor de verdad cuando se encuentra en el terreno de la verdad incuestionable, que
se apoya en la evidencia, y establece un efecto de verdad cuando se encuentra en el terreno de las opiniones, de lo que
se cree verdadero (Charaudeau, 2005:162; 2003:60).
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Las estrategias de puesta en escena del discurso
Estrategias
Modo descriptivo
Modos de organización
Modo narrativo
enuncivas
Modo argumentativo
Estrategias
Modalidad elocutiva
Procedimientos de modalización
Modalidad alocutiva
enunciativas
Modalidad delocutiva
Estrategias
Sistemas de pensamiento
Saberes de conocimiento
semánticas
Saberes de creencia
Tabla 1. Las estrategias de puesta en escena del discurso
2. 3 El nivel de la construcción textual
El nivel de la configuración textual está determinado tanto por las restricciones de la
situación comunicativa como por las restricciones discursivas. Este estrato remite a las
ocurrencias formales que dan cuenta de ciertas regularidades en la configuración textual.
La situación de comunicación, a través de las características de sus componentes, da
instrucciones para la organización discursiva y ésta a su vez determina parcialmente la
elección de los recursos formales. Charaudeau (2012: 37-38) propone algunos elementos
que se deben considerar en la organización formal:
Las formas de oralidad o de escritura: éstas dependen de la situación en la que se
encuentran los participantes del intercambio: una situación interlocutiva, una
situación monolocutiva, con co-presencia física o sin co-presencia física.
La composición textual: aquí hay que considerar, por un lado, una composición
externa, que concierne al contorno del texto, a la disposición de los distintos
elementos que constituyen su periferia [el paratexto (Genette,19899]; y por otro
lado, una composición interna: su organización en partes, la articulación entre
éstas, y todo el sistema de iteraciones y anáforas entre una y otra (Charaudeau,
2001).
La configuración lingüística: en la que se estructura todo lo que concierne al
aparato formal de la enunciación; por ejemplo, los distintos tipos de
construcciones, los conectores, los pronombres, además de la fraseología y las
recurrencias léxicas.
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El producto de este proceso, el texto, como todo hecho lingüístico, se caracteriza por su
materia significante y por su configuración formal. Pero, al ser el producto de un sujeto que
se encuentra en una determinada situación contractual, se caracteriza además por las
condiciones de la situación comunicativa y por las propiedades singulares aportadas por el
proyecto discursivo del sujeto. El texto resulta, entonces, de un contrato comunicacional y
de la estrategia individual del sujeto (Charaudeau, 2012: 38). La teoría de los géneros
propuesta por Patrick Charaudeau establece así una caracterización de los discursos basada
en los diferentes contratos de comunicación en los que aparecen, esto permite mostrar en
qué medida los contratos son similares o diferentes, si pueden entrecruzarse o si se incluyen
unos en otros; además, permite reconocer las estrategias discursivas que acontecen en cada
uno de los géneros establecidos.
3. Caracterización del discurso político
En sintonía con los planteamientos anteriores, en este apartado describiremos los elementos
que integran el contrato de comunicación política, así como las características generales del
discurso político. Para lograr este objetivo, además de retomar los planteamientos de
Charaudeau, consideraremos los modos de persuasión propuestos por Aristóteles en su obra
Retórica y otras propuestas que han realizado algunas autoridades sobre el tema.
3.1 El contrato de comunicación política
El contrato de comunicación es el reconocimiento, por parte de los interlocutores, de las
condiciones necesarias para producir y comprender un acto comunicativo. Estas condiciones
confluyen en una determinada situación comunicativa. A continuación detallaremos cada
uno de los elementos que forman parte del contrato de comunicación política.
3. 1. 1. Las instancias del contrato
La primera pregunta que debemos contestar es ¿Quiénes son los participantes de este
contrato? Los participantes son sujetos comunicantes e interpretantes que, en virtud de sus
identidades psicosociales, representan una entidad colectiva. Por ello, no se trata de sujetos
empíricos, sino de instancias (Charaudeau, 2005: 42). En el dispositivo de la comunicación
política participan cuatro instancias: la instancia política, la instancia ciudadana, la instancia
adversaria y la instancia mediática.
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La instancia política es una entidad en la que se instauran distintos estatus y diversas
situaciones. Se establecen distintos estatus en relación con los cargos y funciones de los
actores políticos: jefe de Estado, jefe de gobierno, representantes parlamentarios, candidatos.
Se instauran diversas situaciones porque la instancia puede encontrarse en una situación de
debate (en la que tiene que confrontarse con otra parte opositora), en una situación de
declaración (en la que tiene que hacer declaraciones ante el pueblo), en una situación de
campaña electoral (en la que debe defender un proyecto) (Charaudeau, 2002: 116). Esta
diversidad de situaciones hace que la instancia política establezca con la instancia ciudadana
distintas relaciones, las cuales dependen de la manera en que la instancia política concibe a
la instancia ciudadana: como militantes con una orientación política definida, como un
público heterogéneo sin características particulares, etcétera. Los actores de la instancia
política están motivados por el deseo de acceder al poder y mantenerse en él; pero este anhelo
no lo pueden hacer explícito, ya que sería contraproducente (Charaudeau, 2005: 43). De ahí
que el discurso de la instancia política pueda emplearse para:
Justificar y defender las decisiones y las acciones de los actores políticos
para obtener una aprobación.
Criticar las ideas y las propuestas de los adversarios políticos, intentando
con ello fortalecer su propia posición.
Proponer proyectos políticos en los comicios electorales para hacer votar.
Apelar al consenso social para obtener el apoyo de los ciudadanos.
El hecho de que el actor político represente a una determinada entidad política (institución,
partido) le otorga el derecho para hablar y para dirigirse a los demás de determinada manera;
es decir, le otorga legitimidad en nombre de un status, de un saber o de un saber-hacer.
La instancia ciudadana está constituida por un conjunto de individuos que tienen conciencia
del papel que deben jugar en los asuntos públicos y políticos de su país. Esto significa que
la noción de ciudadano no se restringe al individuo que tiene derecho a sufragar, sino que
también comprende al individuo que quiere influir en los rumbos de la vida política, que
ejerce y defiende sus derechos y que está atento a los actos de su gobierno. La composición
heterogénea de la instancia ciudadana hace de ella una instancia de recepción compleja, en
la que se establece una multidestinación simultánea (García y Zoppi, 1992:32). Como ya se
ha señalado, la instancia política establece distintas relaciones con la instancia ciudadana,
dependiendo de la situación comunicativa en la que se encuentre. Por ello, los receptores no
siempre serán los mismos ni se encontrarán en la misma posición. Albaladejo (2000) hace
una distinción entre los receptores facultados para decidir y los receptores que no lo están.
Podemos ilustrar esto poniendo como ejemplo diversas situaciones. En primer lugar,
podemos ubicarnos en un recinto legislativo en donde el receptor prototípico del discurso
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parlamentario es un grupo de diputados o de senadores que, en su calidad de representantes
políticos, tiene el derecho de decidir sobre una determinada iniciativa de ley. Por lo tanto,
este tipo de receptor se encuentra más cercano a la instancia política que a la instancia
ciudadana. En segundo lugar, podemos ubicarnos en un debate de campaña en el que los
receptores del discurso electoral son, por un lado, los ciudadanos que tienen el derecho a
decidir quiénes serán sus representantes, por otro lado, los adversarios políticos que se
encuentran también en la búsqueda del poder. Los receptores ciudadanos no tienen derecho
a decidir de manera institucional cuando son meros espectadores de los debates
parlamentarios y cuando no se encuentran en periodos electorales. Sin embargo, aunque
éstos y otros ciudadanos no puedan decidir por estos medios, sí pueden decidir si están o no
de acuerdo con las decisiones tomadas e iniciar así un discurso de reivindicación y de
protesta. La instancia ciudadana puede instituirse como un contrapoder (Charaudeau,
2009c).
Si bien las relaciones que se establecen entre la instancia política y la instancia ciudadana
son mucho más complejas, podemos basarnos en la propuesta de Eliseo Verón (1987),
trasladarla a un plano externo y postular tres grandes tipos de receptores del discurso
político:
El receptor partidario de la instancia política, que comparte con ésta sus ideas, sus
valores y sus objetivos. Este receptor integra un colectivo de identificación.
El receptor indeciso, aquel que todavía no ha tomado una postura. En él
se enfoca todo lo relacionado con la función persuasiva.
El receptor adversario, ciudadano o político, que queda excluido del colectivo
de identificación.
La instancia adversaria compite con la instancia política por la aprobación social y la
conquista de la ciudadanía. Esta situación de rivalidad articula entre estas instancias un juego
discursivo en el que cada una deberá responder, de manera recíproca, a un discurso
precedente que la alude, la critica y la refuta. La existencia de esta instancia hace que el
discurso político adquiera una dimensión polémica.
La instancia mediática, propia del espacio público, en su papel de informar y de promover
el debate democrático, se atribuye el derecho de relatar, comentar e incluso denunciar el
acontecer político. Este hecho, aunando con la labor de edición, la lleva a transformar y a
fragmentar los eventos y los discursos que pasan a través de sus múltiples canales: televisión,
radio, prensa escrita, internet. Se trata de la mediatización de la política, es decir, el proceso
por el cual los medios masivos de comunicación imponen su lógica en la construcción de la
realidad política (Catalán y Sunkel, 1991, apud Mangone y Warley: 1994:10). Los actores
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políticos, por su parte, han sabido aprovechar los medios de difusión de la instancia
mediática, prueba de ello lo encontramos en los debates televisivos entre candidatos, en las
entrevistas que otorgan a reconocidos periodistas y en los esporádicos mensajes
presidenciales en cadena nacional. La instancia mediática representa para ellos una nueva
forma de vincularse con la opinión pública.
3.1.2. La finalidad del contrato
Una vez identificados los participantes debemos identificar la finalidad discursiva que los
une. Como mencionamos anteriormente, la finalidad constituye la respuesta a la pregunta
¿Estamos aquí para decir qué? Siguiendo a Charaudeau (2009b), propondremos que la
situación de comunicación en la que se produce el discurso político posee un objetivo de
incitación. En este objetivo:
YO tiene la intención de “hacer hacer”, “hacer pensar” o “hacer decir” al
TÚ.
YO no se encuentra en posición de poder sancionar al TÚ, por lo que no
puede mandarlo u obligarlo.
YO debe entonces “hacer creer" al TÚ (por persuasión o por seducción)
que si actúa como se le indica será el beneficiario de su propio acto.
TÚ se encuentra en posición de "deber creer" que si actúa es por su bien.
La instancia política, ya sea que intente acceder al poder o se encuentre ya ejerciéndolo,
tiende hacia un “actuar sobre el otro”. En el primer caso, intentará hacer adherir al ciudadano
a sus promesas; en el segundo, intentará justificar su acción política. En ambos casos, la
instancia política se involucra en un acto de lenguaje cuyo objetivo es modificar el saber o
el comportamiento de los demás por medio de la persuasión y la seducción. El discurso
político se encuentra, por este hecho, intrínsecamente relacionado con los modos de
persuasión establecidos por Aristóteles en su Retórica. Para el Estagirita hay tres clases de
persuasiones suministradas mediante el discurso: “unas, en efecto, están en el carácter del
que habla; otras, en disponer de alguna manera
al oyente; otras, en el discurso mismo, por medio del mostrar o aparecer que se muestra”
(Retórica I, 1365a 2-5). Es decir, por un lado, el ethos, con el que el orador se construye
discursivamente una imagen que le permita lograr una mayor identificación con su
auditorio, por otro lado, el pathos, con el que intenta tocar la estructura afectiva del
auditorio para predisponerlo favorablemente a su causa, y finalmente, el logos, entendido
en el sentido de argumentación persuasiva.
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3.1.3. El dominio temático y la organización del discurso político
Una vez identificados los participantes y la finalidad del contrato, debemos adentrarnos en
el nivel de la construcción discursiva para establecer el dominio temático y la organización
del discurso político. Como mencionamos anteriormente, Charaudeau plantea cuatro modos
de organización del discurso: el enunciativo, el descriptivo, el narrativo y el argumentativo.
El objetivo de incitación del discurso político nos lleva a proponer que en la construcción de
este tipo de discurso interviene de manera sobresaliente el modo argumentativo
3
. En efecto,
en el discurso político el sujeto se sirve del modo argumentativo para exponer un marco de
cuestionamiento, una toma de posición y una serie de argumentos, con el fin de que el otro
participante no encuentre refutaciones posibles y termine por compartir la visión que se le
propone (Charaudeau, 2009e:280). Por supuesto, en el contexto persuasivo la argumentación
no es lógica, no se trata de establecer la verdad, sino un determinado punto de vista. Es por
eso que se impone una razón subjetiva que, con el fin de producir efectos, se conjuga con
elementos pasionales (pathos) y con la imagen que proyecta el orador (ethos).
El campo temático gira en torno de un ideal de convivencia social, por eso el discurso
político trata lo relacionado con la administración de los asuntos públicos y gubernamentales
(Charaudeau, 2005: 146-147). Como discurso de carácter público que pretende lograr el
mayor consenso posible, se le presentan dos cuestiones fundamentales: la primera es ¿qué
sistema de valores elegir para lograr establecer un lazo social entre los miembros de una
instancia heterogénea? La segunda es ¿de qué manera presentar esos valores?
En un primer momento podría pensarse que los valores elegidos por la entidad política se
corresponden con sus propias convicciones, sin embargo, en su elección intervienen otros
factores. La instancia política debe considerar que sus valores pueden no coincidir con los
valores dominantes de la opinión pública, por lo que, si quiere obtener un consenso
favorable, tendrá que adaptarse a los valores de la mayoría. Otro factor a considerar radica
en el hecho de que los valores pueden cambiar con el paso del tiempo, redefinirse y
distribuirse de manera diferente entre los grupos de opinión, lo cual implica que no siempre
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Charaudeau expone tres tipos de contextos comunicacionales: el contexto de explicación, el contexto de
demostración y el contexto de persuasión. En el contexto de explicación “la verdad ya está establecida
fuera del sujeto. El sujeto que explica supone que el otro no conoce esta verdad y hace que tenga
conocimiento de ella. Encontramos este fenómeno en las situaciones de información y de enseñanza”
(Charaudeau, 2009e: 281). El contexto de demostración “pone al sujeto en una posición en la que debe
establecer una verdad y aportar la prueba más irrefutable posible de esa verdad. […] Encontramos este tipo
de contexto en las situaciones de coloquios o escritos científicos” (Charaudeau, 2009e: 281). En el contexto
de persuasión “el sujeto no debe establecer una verdad, sino más bien tener razón y hacer que el otro
comparta esta razón. […] Encontramos este tipo de contexto en todas las situaciones de comunicación
propagandísticas, así como en la mayoría de las conversaciones habituales” (Charaudeau,
2009e: 281).
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generarán las mismas opiniones (positivas o negativas). Algunos valores invocados
comúnmente en el discurso político son: la libertad, la justicia, la igualdad, la honestidad y
la solidaridad. Dado que la instancia receptora está constituida por un grupo heterogéneo de
individuos, el discurso político debe presentar su contenido ajustándose a una condición de
simplicidad, lo cual no significa que la estructura del discurso político sea simple, por el
contrario, se trata de presentar de manera aparentemente sencilla un sistema de valores
extremadamente complejo.
Otro factor importante en el discurso político es el tipo de argumentos que se ponen en
escena. No es nuestra intención exponer aquí cada uno de los argumentos que puedan
aparecer en el discurso político, solamente realizaremos una breve y general referencia a los
más recurrentes:
El argumento por el peso de las cosas: se utiliza para justificar una decisión
política; desplaza las indeterminaciones del mundo político hacia las
determinaciones del mundo físico. Ejemplo: “Lo que sucede nos obliga a actuar
así” (Plantin, 2002: 72).
El argumento voluntarista: se utiliza para rechazar el determinismo establecido
por el argumento por el peso de las cosas; permite dar paso a la figura del dueño
de la situación y a la figura del hombre providencial. Ejemplo: “Donde hay
voluntad, hay un camino” (Plantin, 2002: 72).
El argumento de autoridad: consiste en sostener una conclusión P, puesto que X
dice que P y X es una autoridad en la materia (Plantin, 2002: 145).
El argumento pragmático: consiste en apreciar un acto o un acontecimiento con
arreglo a sus consecuencias presentes o futuras (Perelman y Olbrechts-Tyteca,
1989: 410)
El falso dilema: plantea únicamente dos alternativas u opciones, dejando a un
lado otras posibilidades: “De Gaulle o el caos” (Charaudeau, 2009e: 290)
El argumento ad hominem: se enfoca en atacar directamente la figura del oponente
para quitarles validez a sus argumentos. Su estructura básica puede formularse así
(Walton, 2008: 213) :
A es una persona de mala conducta
Por lo tanto, el argumento B de A no debería ser aceptado
Por último señalaremos tres procedimientos frecuentes en este tipo de discurso. El primero
de ellos es la singularización, que consiste en evitar la presentación abundante de ideas para
no generar confusión, ya que, como indica Charaudeau (2009e: 291), demasiadas ideas
matan la idea”. El procedimiento de esencialización, que a menudo acompaña al anterior,
consiste en presentar y en condensar una idea compleja en una forma nominalizada. El uso
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constante de esta nominalización en determinados contextos, la convierte en portadora de
una noción que se impone de manera absoluta e incuestionable. El procedimiento por
analogía consiste en establecer semejanzas con personas, situaciones y acontecimientos del
pasado para generar un impacto en el auditorio.
3.1.4. Las condiciones materiales del contrato
En este punto surge la pregunta ¿En qué circunstancias se comunica? Para tratar de
responder esta pregunta haremos una breve referencia a algunas de las variantes en las que
se desarrolla el contrato de comunicación política.
En primer lugar, considerando como dos grandes ejes el tiempo y el espacio, y siguiendo a
Velázquez García-Talavera (2002: 273-274), delimitaremos dos momentos importantes en
los que acontece el discurso político: un momento sostenido, que corresponde a los periodos
legislativos y a la actividad política cotidiana, y un momento álgido, correspondiente a los
periodos de campañas electorales. En estos dos momentos ocurren variantes diferentes. En
el primer caso, los escenarios que enmarcan la puesta en escena del discurso (y que
condicionan los contenidos del mismo) son los parlamentos y los diversos espacios
institucionalmente constituidos; en el segundo, los escenarios prototípicos son los lugares
públicos y los espacios mediáticos en donde acontecen los actos de campaña (mítines,
debates, reuniones, entrevistas). En segundo lugar, consideraremos las materias y los
soportes que forman parte de las condiciones materiales del acto comunicativo. La materia
se manifiesta a través de un sistema semiológico, que puede ser fónico, gráfico, icónico o
gestual. El soporte es, por un lado, el medio masivo por el cual se trasmite el mensaje: radio,
televisión, prensa, por otro lado, el medio físico que porta el mensaje: papel, pantalla
electrónica, etcétera (Charaudeau, 2003: 135-137).
La conjugación de estos elementos (tiempo, lugar, materia y soporte) nos permite delinear
algunas de las situaciones monolocutivas e interlocutivas que aparecen en este contrato. Con
este fin, y a manera de bosquejo, presentamos la tabla 2.
Situación
Momento
Lugar
Materia
Soporte
Debate
Interlocutiva con
Oral y
Micrófono
intervenciones
Sostenido
Parlamento
parlamentario
gestual
Altavoces
programadas
Declaración
Monolocutiva sin
Espacio cerrado
Audiovisual
Radio
presidencial en
presencia del
Sostenido
y adaptado
y gestual
Televisión
cadena nacional
público
ex profeso
Entrevista
Interlocutiva con
Sostenido
Audiovisual
intervenciones
Set televisivo
Televisión
televisiva
y gestual
espontáneas
Álgido
Interlocutiva con
Sostenido
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Entrevista
intervenciones
Cabina
Oral
Radio
radiofónica
Álgido
radiofónica
espontáneas
Monolocutiva con
Espacio público
Mitin
o privado,
Oral y
Micrófono
presencia del
Álgido
electoral
abierto o
gestual
Altavoces
público
cerrado
Debate entre
Interlocutiva con
Espacio cerrado
Audiovisual
Radio
intervenciones
Álgido
y adaptado
Televisión
candidatos
y gestual
programadas
ex profeso
Internet
Tabla 2.. Variantes del discurso político
Conclusiones
La perspectiva psicosociológica y semiocomunicacional de Patrick Charaudeau, que se
enmarca dentro del área del análisis del discurso, nos ha permitido presentar de manera
general las principales características del discurso político, a partir de los elementos que
deben considerarse en la determinación de un género discursivo. De esta forma hemos
caracterizado el género del discurso político mediante las instancias que participan en este
contrato de comunicación, la finalidad discursiva que persigue, las estrategias discursivas
que se pone en escena, los modos de organización predominantes, los temas recurrentes y
las situaciones comunicativas en las que emerge. Esto da la posibilidad de lograr una mejor
comprensión de los fenómenos discursivos que se quieran analizar.
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