Ciencia y Filosofía ISSN: 2594-2204
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por los consorcios internacionales, es decir por un desarrollo de la tecnociencia que se expande
a nivel global, cuyo principio es el flujo del capital (Aguilar: 2019: 105-07)
Esta misma tendencia es acogida por los Estados, ya que en el contexto social- nacional,
datos arrogados por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI 17/02/2020) en el
año 2019, informan que de un total de 80.6 millones de personas que son usuarios de la
internet, se encuentra el 91.2% de participación jóvenes de 18 a 24 años, mientras que en
interacción de redes sociales un 87.8% son adolescente de 12 a 17 años, no obstante, a pesar
de tener niveles altos de participación en esta materia, el país de México se encuentra en los
niveles medios de participación en plataformas didácticas a diferencia de países como Corea
del Sur, Alemania y Suecia en los que nueve de cada diez personas son usuarios activos del
internet con perfil educativo.
Al respecto, la opinión más difundida (Caro, 2017: 252 ss) es que para el
adolescente educado en las redes sociales, éstas les da status de identidad ya que crean
dependencia a los artefactos tecnológicos debido a que trae recompensa inmediata: pueden
encontrar distintas respuestas ante su curiosidad de buscar información, aprender y
experimentar, jugar, escuchar música, comunicarse. Todos estos aspectos pueden llegar a
ser ventajosos para la formación del individuo; no obstante, hasta ahora no hay argumento
que cuestione la adicción a los aparatos móviles y redes sociales, ya sea por su alcance en
términos económicos y de disposición de los adultos, sin reparar sobre el impacto que
expone a su personalidad ante agentes externos de alto riesgo.
Otra vertiente de riesgo la comenta Moral (2013:14) quien afirma que “el riesgo y
juventud son términos que prácticamente van de la mano y aún más cuando se emplean en
el mundo virtual, ya que desde este entorno pueden generarse numerosas conductas
peligrosas para la persona”. Este autor advierte que las redes sociales tienen parámetros de
seguridad en cuanto ideal e ideal, es decir deberíamos esperar que el ser humano respete la
edad, es decir la importancia de que los usuarios tengan la mayoría de edad, sin embargo,
estas buenas intenciones en la práctica no del todo se ajustan a los perfiles de usuarios.
Debía permitirse, dice, una edad en la cual el individuo tenga conocimiento de las
consecuencias y los límites de compartir información, navegar en distintos sitios o
participar en actividades en las redes sociales de entretenimiento donde se expresa la
violencia y el uso de lenguaje soez. Sin embargo, los progenitores o la familia, en algunos
casos, brindan al menor la oportunidad de utilizar los dispositivos tecnológicos y las redes
sociales sin tener algún límite o supervisión.
También existe la vertiente filosófica de Byung-Chul Han (2014: 16) quien dice que la
nueva masa digital (el uso de la internet y las redes sociales) es un enjambre carente de alma y
de espíritu de individuos aislados que no transforman nada solo se dedican a dar opiniones y
malestares que no modifican el rumbo de las instituciones ni de las estructuras de poder. Lo
cual implica la falta de conciencia y responsabilidad por parte del enjambre, si acaso suscitar